No han sabido ni siquiera ponerse de acuerdo sobre las medidas contra el virus, que han cambiado por semanas, por días y por horas. No han creado ayudas para sacar al sector del turismo del desastre. Pero no se preocupen que ahora sí, ahora que han descubierto cómo comprar votos a través del turismo, ahora van en serio.
No hay autonomía en España que no se haya lanzado a regalar dinero –literalmente regalar– para hacer que la gente viaje en su región. El pretexto es que así promueven el turismo y dinamizan a las agencias, pero en realidad, no se engañen, los políticos sólo ven fidelidades adquiridas a partir de los pocos euros que les entregan a los turistas.
En muchas autonomías, todavía no se han aclarado sobre qué hacer con la vacuna de Astra Zeneca, pero ya tienen un programa tipo Imserso pero para todos, que reparte dinero como Evita Perón desde los balcones de la Casa Rosada. ¿No hay que reactivar la economía? Pues repartidora, pero que se vea bien a quién hay que votar después.
Hay dos maneras de hacer un país: ahogando a la gente a impuestos para que el poder público lo reparta o dejando que la gente administre su dinero, lo gaste como lo crea conveniente, y ponga la economía en marcha. La segunda fórmula, siempre más eficiente que no la intromisión del poder público, tiene una ‘gran’ diferencia con la primera: capta el voto para el político que hace el reparto. Y eso es maravilloso para quienes aún hoy siguen sin ser capaces de determinar si tenemos o no que tener toque de queda en este país.
Si no me equivoco, quedan muy pocas autonomías que no hayan hecho esta incursión en el populismo. Algunas, incluso, ya han agotado la partida y se aprestan a ampliarla, porque para esto siempre hay recursos.
Simplemente, esto demuestra su incapacidad para gestionar nada. Y ahora a lo fácil, regalar dinero para pasar página de la pandemia y a pensar en otra cosa .....
El pueblo olvida y en dos años a votar más de lo mismo.
Cual podría ser la alternativa … más de lo mismo.???
Liberta.!!!
En cualquier empresa se haría lo mismo, desviando presupuestos de las áreas más productivas hacia las que presentan dificultades para minimizar el riesgo de que la caída de una arrastre al resto. Lo que propone el anarcocapitalismo es que el fuerte no sea solidario con el débil, y eso lleva a convertirnos en Colombia o en México, con unos niveles de economía sumergida, actividades criminales, paramilitarismo, inseguridad, escasez de bienes, violencia, desigualdad brutal y miseria solo comparables con las naciones sin estado de bienestar alguno de corte africano.