Con motivo de las elecciones al Parlamento Europeo, en varios ámbitos nacionales, pero sobre todo internacionales, se plantea qué debería ocurrir con el turismo a nivel continental. Hay una razón fundamental para que también haya un comisario europeo de Turismo y es que ese nivel administrativo es el único que aún no mete sus narices en una industria que va sola, que no necesita para nada de un ejército de autoridades.
Porque observen: no hay ayuntamiento que no tenga su dirección, concejalía, servicio o departamento de Turismo. Tiene su sentido en la medida en que alguien se tiene que encargar de ordenar el turismo sobre el territorio, señalizar, establecer horarios, entradas, salidas, informar. No hay diputación que no se meta también en esto, particularmente los cabildos en Canarias y los Consells en Baleares. De hecho, en muchos de estos casos llevan promoción turística. En algunos también dan los permisos. Los gobiernos autonómicos, faltaría más, también tienen competencias, porque alguien regula la vivienda vacacional, hace la publicidad del turismo, identifica los atractivos de la región y planifica, lo cual no sirve para mucho, pero es lo que hay. Encima de todo esto, el Gobierno de España tiene su secretaría de Estado, con toda su propia estructura, altos cargos, políticas y derivados. De manera que únicamente nos faltaba que Europa tuviera un comisario. (Dejo de lado los consejos del Papa sobre turismo y la agencia de Naciones Unidas, que tenemos la suerte de que tenga la sede en España.)
Si Europa tuviera un comisario de Turismo, no notaríamos que esto añada complejidad, porque la diferencia entre tener ocho o nueve niveles burocráticos es inapreciable. Y, además, incorporaríamos una figura de otra naturaleza, lo cual nos permitiría comparar: todos los demás niveles administrativos, desde los ayuntamientos hasta el gobierno de Madrid, son elegidos en las urnas, mientras que el comisario europeo no lo elegimos nosotros, sino que es un hijo de las burocracias, como en China por poner un ejemplo. Igual al final nos va mejor en el plano de los resultados tener un burócrata que no un electo; tal vez la falta de norte nace de que elegimos mal.
Si pensamos y sabemos que, en realidad, en medio de esta maraña, el turismo va solo, sin que la autoridad haga nada ni útil ni inútil, puede ser sensato añadir más gente al escalafón. De manera por probar que no quede.
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