Los mismos países europeos cuyos gobernantes se llenan la boca hablando de cuántos impuestos ponen a la aviación, que presumen de sensibilidad ambiental, son los que finalmente se han cargado el reglamento del Cielo Único Europeo que acaba de aprobarse y que es papel mojado (Decepción en la aviación con el cielo único que ofrece Bruselas).
El tema es que Europa hace años que necesita una política de cielos únicos para evitar que con las divisiones fronterizas los aviones tengan que hacer recorridos mucho más largos y contaminar mucho más. No estamos hablando de algo menor: podemos pensar en hasta un 30 por ciento de reducción de las emisiones si Europa tuviera un cielo verdaderamente único, con un único gestor.
Lo que se ha logrado ha sido un fracaso porque de ninguna manera los países han permitido que la comisión que iba a gestionar el espacio europeo tuviera capacidad normativa. Ecologismo sí, pero antes el poder. Así que ahora habrá que pasar por el calvario de conseguir, sólo en este tema, los consensos que son imposibles porque cada país defiende su parcela a muerte.
Por eso, con razón, las aerolíneas se quejan de que el reglamento aprobado es en realidad un fracaso.
Yo no creo que las aerolíneas digan todo esto por ecologismo, pero sí tienen una razón para defenderlo de verdad: se ahorrarían el 30 por ciento en combustible, lo que significaría más beneficios. Sí, es cierto que eso es ecológicamente más sostenible, pero no hay que engañarse, lo hacen por el dinero.
Una auditoría interesada por el Lobbie de turno afirma “se ahorraría un 30% en combustible” y partiendo de un silogismo falaz se construye todo un relato para tumbar un elefante. Por cierto, el Emerito … ha vuelto.