La memoria es corta y ya casi nadie se acuerda de que hace apenas dos años todo el mundo clamaba: “nunca más el turismo y la aviación volverán a ser como antes”. Se auguraban cambios de todo tipo, algunos de los cuales eran y siguen siendo bien necesarios y en los que me quiero centrar.
Por ejemplo, el modelo de negocio de la aviación. A muchos nos pareció evidente que no se debería permitir mantener el modelo del cobro anticipado de los billetes, con los que financia su actividad. No se debería permitir porque, en general, estas empresas no garantizan al cliente la devolución del importe en el supuesto de que el servicio contratado no se pueda prestar por razones ajenas al cliente. Y si lo garantizan sólo es para el caso de que las cancelaciones afecten a una minoría de los viajeros. En el caso del Covid, igual que cuando hay una quiebra o una huelga prolongada, el viajero corre el riesgo de perderlo todo.
Además, la compañía suele ofrecerlo otro vuelo alternativo. Si usted se dirige a un congreso o a una boda y el vuelo se cancela por causas ajenas al viajero, ¿por qué no hay una devolución instantánea del importe? Sin embargo, todos sabemos que muchas aerolíneas arman una confusión tremenda para, en última instancia, no devolver el dinero.
Esto debería haber cambiado sin discusión alguna, pero no ha ocurrido. Hemos vuelto a lo mismo que antes. De hecho, entre las quejas de los consumidores hoy en día, la aviación sigue en los primeros lugares.
Podríamos hablar también de las relaciones de la aviación con las agencias de viajes y muy especialmente con las OTAs, que durante la pandemia se comportaron de forma inaceptable.
Observen que los legisladores han incumplido la obligación de reflexionar y modificar la legislación en este sentido. ¿Tienen culpa las aerolíneas? Sí, pero no tanta como el legislador, que es quien nos había dicho que las cosas nunca deberían volver a ser como antes.
Y, sin embargo, nada ha cambiado.
casi como antes... precios de los vuelos han subido un pelin... jejeje