Hace apenas unas semanas, en octubre, como si se tratara de una reorganización sin trascendencia, el Consejo de Administración de Boeing decidió separar la figura de presidente (chairman) de la de director general (CEO). Dennis Muilenburg, que hasta ese momento ostentaba los dos cargos, se quedaba con el segundo, el que realmente es importante. Daba la impresión de que estábamos ante una cuestión de trámite.
Ahora, dos meses y medio después, ya sin disimulo, Dennis Muilenburg es despedido y reemplazado. El hombre que ha proporcionado a Boeing los mejores años económicos, con una revalorización bursátil del 650 por ciento desde 2010 hasta hoy, ha sido cesado.
Este puede ser el principio de la salvación de una poderosísima empresa que iba rápidamente hacia el desastre. Porque Muilenburg era simplemente un ejecutivo inadmisible, que había perdido el sentido de la realidad.
Muilenburg es quien, cuando se cae el primer 737, de la indonesia Lion Air, acusa a sus pilotos de no saber operar el avión, causando la catástrofe. El propietario de Lion Air, Rusdi Kirana, montó en cólera y fue tremendamente duro, entre otras cosas porque, además de que Boeing había introducido un software secreto en el avión, el cliente, un buen cliente, es acusado por el fabricante, algo absolutamente inusual.
Esto, sin embargo, pierde relevancia cuando se conoce el contenido de las palabras que Dennis Muilenburg dedica a los accionistas de la compañía cuando se reúne la Junta general a finales del mes de abril, con los aviones ya parados y tras el accidente de Ethiopian, el segundo de los dos que vivió el 737 Max. Muilenburg volvió a acusar a los pilotos de que no habían seguido los procedimientos.
En ese momento, todos los pilotos de Estados Unidos ya se habían manifestado en contra del funcionamiento de Boeing, que había instalado el famoso MCAS (el software oculto) sin informar a los pilotos, lo que ponía las afirmaciones de Muilenburg en un escenario absolutamente surrealista y, sobre todo, a mi entender, sellaba su capacidad para continuar al frente de una compañía así: simplemente, como decía algún accionista presente en la Junta, Boeing “no debería necesitar 300 muertos para deducir que algo no funciona bien”.
Pero el final, a mi entender, fue en agosto, cuando Muilenburg fue invitado a la Jefferies Global Industrials Conference que tuvo lugar en Nueva York. Como invitado de gala, por supuesto, le pasaron el micrófono para que contara al público lo que le pareciera oportuno. Y allí, ante esa audiencia cualificada y ante la prensa, mientras los aviones 737 estaban en tierra, va y suelta que “seguimos en la senda de que el conjunto de la compañía tenga unos márgenes económicos –beneficios, para entendernos—de entre el 10 y el 20 por ciento”.
Simplemente, Muilenburg no podía seguir ni un día más al frente de un fabricante de aviones. Un ejecutivo que con los sentimientos a flor de piel de los usuarios se atreve a garantizar unos beneficios fantásticos para sus accionistas nos indica que había perdido toda la capacidad para entender su entorno.
El cese de este lunes en realidad era un paso esperable. Muilenburg se había autodespedido en agosto, como tarde.
Con que diga ud. a mi entender una vez vale.
No creo que una persona que tiene esos conocimientos y experiencia. diga lo que ha dicho convencido de decirlo.
Había que buscar un culpable y este hombre, era el idóneo. Me gustaría poder ver una copia del cheque.
A buen entendedor.........