Covid: desastre final

La crisis del Covid está siendo larga, desequilibrada, heterogénea y provocadora de respuestas llenas de incoherencias. A mí me parece evidente que las respuestas al virus han sido muy filtradas por los miedos, especialmente a perder elecciones.

En todo caso, mirando al futuro, la gran cuestión es si estamos o no en el principio del final de la pandemia. Es decir, si la crisis actual provocada por la variante Ómicron es el último estertor del virus. En otras palabras, si estamos llegando a una situación en la que podamos convivir con él. Hay muchos científicos de reconocido prestigio que así lo sostienen, aunque hoy reine el pánico en muchos países y cueste ver más allá de los titulares de prensa diaria.

Aquellos lugares en los que hace ya algunas semanas que la variante Ómicron es completamente dominante están demostrando algunas cosas bastante claras: es muy difícil librarse del contagio, porque esta variante tiene un poder absolutamente brutal para expandirse; sin embargo, los efectos que genera son increíblemente menos graves que las variantes que conocíamos hasta ahora. Esto es que los ingresos hospitalarios son bajos y los fallecimientos aún más bajos.

Efectivamente, los medios publican que hoy hay hospitales en España que empiezan a tener problemas de ocupación de camas. Sin embargo, esto se explica porque esta es la primera vez que el virus tiene potencial para alcanzar a todo el mundo, lo que hace que en algún país europeo haya habido un millón de contagios en una semana. Estas cifras son tan espectaculares que un porcentaje mínimo de estos contagiados –y, desde luego, es mucho más bajo que antes-- es suficiente para provocar problemas hospitalarios.

Sin embargo, esto no será así indefinidamente porque, como está ocurriendo también en algunos de estos países más avanzados en este proceso, el ya contagiado queda inmune –al menos durante un tiempo no precisado--, lo que en unas semanas debería reducir la expansión de Ómicron y con ello aliviar los hospitales. En ese caso, podríamos estar a un mes o dos de que esta pandemia quede muy limitada en su alcance.

Al fin y al cabo, todo apunta a que tendría unas dimensiones muy parecidas a una gripe normal: potencialmente nos puede alcanzar a todos, pero el número de víctimas es muy bajo y raramente mortales, de manera que terminaremos por convivir normalmente con el virus.

Puede haber nuevas mutaciones, claro, pero si es verdad lo que nos habían dicho los epidemiólogos, que las variaciones siempre hacen que el virus reduzca su agresividad, entonces no deberíamos tener muchos problemas futuros. Al menos no procedentes del Covid-19.