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EDICIÓN ESPAÑA

El culpable no vive en el norte

Siete grupos de activistas antiturismo de Mallorca han escrito una carta a los visitantes en la que les dicen que se abstengan de venir porque hemos dejado de ser hospitalarios. Se supone que esa carta se ha dirigido a los países emisores, donde nuestros turistas hoy están trabajando duro para conseguir financiar sus vacaciones futuras. Del mensaje se deduce que la crisis de saturación turística de Mallorca la han creado los turistas, por lo que hay que decirles que no vengan.

No obstante, yo me pregunto por qué esos mismos turistas no viajan a Cerdeña, una isla que prácticamente es como Mallorca, desde todo punto de vista, y que sin embargo no goza en absoluto de nuestra popularidad. Si ellos son culpables, podrían también ser culpables de invadir Cerdeña y, sin embargo, eso no ocurre. A ver si va a ser que Mallorca también ha hecho alguna cosa incorrecta. Porque la política turística de Mallorca no es responsabilidad de un alemán que un año viene y quizás después nos abandona por Creta o por Hungría.

Por lo pronto, nosotros y no los turistas hemos hecho medio millón de plazas de alojamiento hotelero. Las hicimos en la segunda mitad del siglo pasado, y no podemos culpar a nadie más que a nosotros porque toda la propiedad de esa oferta fue prácticamente siempre de nuestra titularidad. Quizás esas cartas no tendrían que haber sido dirigidas tan al norte de Europa. Igual bastaba con repartirlas durante la cena familiar de Navidad e igual eran más eficaces.

Podríamos decir que esos hoteles se hicieron en un momento concreto, cuando no éramos muy conscientes de qué hacíamos, pero las últimos cien mil plazas legales de apartamentos y viviendas turísticas las aprobó el último gobierno, en medio del silencio general. Son esas plazas, todas propiedad de mallorquines, las que ocuparán esos turistas a los que les hemos dicho que no vengan. O sea, por un lado les ofrecemos el alojamiento, por el otro les invitamos a que no vengan, como si esas plazas las hubiéramos hecho de bromas, sin esperar que fueran a ser ocupadas.

Obviamente, el volumen de turismo de Mallorca está fuera de control, pero ¿alguien se ha dado cuenta de que todos los días, durante todo este invierno, la vía de Cintura de Palma ha estado colapsada tanto por la mañana como por la tarde? ¿Serán los destinatarios de estas misivas los culpables de que estemos todo el invierno en un atasco? A ver si serán culpables incluso cuando no vienen. ¿Estarán intentando decir con esta carta que si hemos hecho plazas de alojamiento es por su culpa, porque después las ocupan? Que nosotros no tenemos responsabilidad de nada, que es un tema de ellos.

Ningún partido, ni siquiera los de izquierdas, propone la eliminación de alojamientos turísticos en Baleares. En Barcelona, con un poco más de coherencia, el ayuntamiento ha dicho que en 2028 suspenderá los permisos de diez mil pisos vacacionales. En Mallorca, en cambio, nadie sugiere eliminar una plaza de las que comercializamos turísticamente. Lo cual es un poco escandaloso.

La carta de los antiturismo, sin embargo, demostraba hostilidad y malas maneras con los visitantes: hemos dejado de ser hospitalarios, decía, como si ellos pudieran hablar en nombre de todos, como si nosotros no fuéramos a viajar jamás y como si la hospitalidad no fuera una actitud noble, plausible.

O hablamos en serio, también los ecologistas, o este debate está condenado al fracaso.

 


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