Los valores bursátiles turísticos están en su punto más bajo de la historia, arrastrados por la crisis financiera europea y agravados por las particulares circunstancias de la economía española. Los precios de nuestras empresas son inimaginables con baremos de 2005, por ejemplo: entonces se pagaban cifras que hoy se hubieran considerado astronómicas o, por el contrario, lo que entonces valía mucho, hoy se regala. Más de una operación de aquellas fechas ha terminado provocando el insomnio de algunas empresas que lamentan profundamente sus decisiones, enmarcables en un contexto expansivo.
Sin embargo, hay algunas referencias que no se deben perder de vista y que son fundamentales: Primero, lo que está ocurriendo no está vinculado al sector. Es un huracán ajeno al mismo, que lo zarandea todo pero que los zarandea a todos, poniendo a prueba los fundamentos de cada empresa. Segundo; amainará, volverá la normalidad y entonces los negocios más saneados tendrán oportunidades de crecer mientras que quienes estaban más débiles lo pasarán peor.
Y tercero y fundamental; los ciudadanos continuarán viajando, el turismo seguirá creciendo, las demandas continuarán presentes. Habrá ajustes, pero el turismo se ha incorporado definitivamente a nuestra vida como parte de nuestras rutinas básicas. Ahora bien, lo difícil es saber cuándo va a amainar, cuándo la estructura financiera de la empresa va a dejar de ser zarandeada y qué activos habrá que dejar aún por el camino para sobrevivir.
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