El infierno para un turista

Hay una cuestión que siempre arruina mis vacaciones: las multas de tráfico. Cuando ya llevo unas semanas en casa, tras un viaje que me dejó un montón de recuerdos agradables, empiezan a llegar las multas.

Ustedes dirán que me lo merezco porque las multas son lógicas en quien conduce mal. No, no es así. Les explico dos tipos de multas que he recibido y que no merecía.

Primera, una multa por una señal de tráfico empleada de forma diferente a como lo hacemos en España. Se trataba de una calle en la que de pronto aparece un cartel redondo, de fondo azul, con un bus dibujado allí. Eso en España significa que el bus tiene obligatoriamente que seguir por esa calzada, pero no significa que los coches no deban pasar. Obliga a los autobuses, pero no prohíbe a los demás. Hay países en los que interpretan también lo segundo y fui multado. Paciencia. No es algo frecuente. Desbrozar estos conceptos es inviable para un turista extranjero.

Las otras multas sí son frecuentes e indignantes. Sobre todo se aplican en España y en Italia. Son las limitaciones de velocidad absurdas. En muchas carreteras principales italianas, la velocidad está limitada a 50 por hora. Y en calles urbanas importantes a 20. Es totalmente absurdo. ¿Qué debe hacer un turista? Yo, personalmente, iría a 50 o a 20. Mi función no es desafiar estas normas ni discutir su carácter inapropiado. Pero no es posible porque todos los coches van, como mínimo a 30 por encima del límite. Uno se convierte en un peligro si respeta las normas.

La cuestión es más complicada porque de pronto, en un lugar determinado, todos los coches frenan bruscamente. Todos saben dónde está escondido el radar. Pero yo no. Ni ningún turista. Y caigo como un pajarito. Yo y todos los foráneos.

En la vía de Cintura de Palma de Mallorca ahora ocurre algo parecido. Se ha puesto una limitación de velocidad a 80 por hora pero todos los mallorquines sabemos que no hay radares y que no se multa, por lo que todos los coches van a la velocidad que quieren. Es problemático ir a 80 cuando todo el mundo va a más de 100. Yo siempre observo los taxis: si van a más velocidad de la permitida es que están seguros de que no hay multas.

No, no hay radares misteriosos, pero los turistas piensan que no se multa o que no hay que cumplir los límites hasta que, en otros casos, de pronto, hay radar y entonces los locales paran bruscamente. Y zas, han caído los inocentes.

Yo respeto las normas, incluso las absurdas, si todos las respetan y no me convierto en un peligro en la calzada. Si el juego es adivinar dónde está escondido el radar, entonces soy carne de multa. Y candidato al enfado. No logran arruinarme las vacaciones, pero me lo ponen cuesta arriba.