Preferente publica un artículo destacando que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el del Partido Popular, Mariano Rajoy, le dedicaron exactamente diez segundos a hablar del turismo en su debate cara a cara en la televisión. Me sorprende.
No, no me sorprende que le hayan dedicado tan poco tiempo sino que, dado el nivel absolutamente lamentable de esta campaña, se hayan molestado siquiera en tocar el asunto. Si le dedicaron diez segundos, probablemente estemos ante el mayor esfuerzo que hayan hecho jamás para hablar de un sector que ignoran de forma permanente. Es una prueba de que el turismo existe. Ha tenido que ser el único sector económico de España capaz de crear empleo en los años más duros de la crisis para que pudiera ganarse el derecho a diez segundos.
La situación que se revela en este debate no es nueva, sino que más bien es una enfermedad crónica que nos va a acompañar hasta la muerte. En este país no tenemos políticas turísticas. Baste ver el caos que hemos hecho con el sector del transporte. O el desastre que tenemos con la promoción. O la confusión prácticamente ilimitada de la legislación, con diecisiete normas incluso antagónicas.
El contraste entre lo que la política española entiende de turismo y lo que la empresa –entendida como propiedad y trabajadores– está consiguiendo es simplemente abismal. Mientras nuestra estructura productiva ha conseguido adaptarse a la dificultad de los tiempos, se ha expandido, demuestra profesionalidad y aborda los retos con el rigor de quien se lo juega todo, nuestros políticos están en una improvisación continua, dando bandazos hacia un lado y hacia el otro, ignorando al sector que produce más empleo.
Hay algunas excepciones que se deben mencionar, especialmente en algunas regiones con tradición turística o en otras emergentes. Sin embargo, la mayor parte de las veces, esto descansa en personas concretas que tienen criterio y no en líneas institucionales. Pero la norma es más bien la contraria.
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