Era una tormenta de verano

“No hay noticias. Han acabado las Olimpiadas, no hay con qué llenar los periódicos y por eso salen estas cosas”, dijo Michael O'Leary cuando su compañía aérea, Ryanair, tuvo algunos incidentes aéreos durante el mes de agosto. La ministra de Fomento española pareció contradecirlo al asegurar que la cuestión era más seria, llegando a enviar a la directora de la agencia de Seguridad española a comprobar por qué un avión de Ryanair aterrizó de emergencia en Madrid. Hoy, octubre, todo quedó en nada, con lo que en estos momentos parece que el empresario irlandés tenía razón: una tormenta de verano, de esas a las que estamos acostumbrados en la prensa, pero que no deberían arrastrar a todo un Gobierno, como si fuese una veleta que cada mañana improvisa una agenda según los titulares de las portadas.

La cuestión me parece importante porque en un país serio, las investigaciones sobre la seguridad se deben llevar a efecto de forma permanente, cada día, con cada compañía, con cada instalación, con cada incidente, independientemente de su titular, de su procedencia y del precio que cobre por los billetes. Y, sobre todo, al margen de lo que publique la prensa.

Esta semana, un avión de Air Europa que iba a salir de Madrid con dirección a Caracas, chocó de forma un poco aparatosa, aún en el parking, con una aeronave de Iberworld. Uno se imagina que el incidente será analizado de forma rutinaria y que, de igual manera, se procedería con una eventual responsabilidad que pudiera llegarse a detectar. Y lo mismo con los dos incidentes de Iberia que han tenido cierta relevancia del mes de septiembre y con cualquier otro caso. Y lo mismo si hubiera pasado algo más con un avión de Ryanair. En mi opinión, tras más de dos décadas volando, después de hacerlo a muchos países en los que tradicionalmente los controles aéreos son exigentes, creo que Ryanair no tiene peores estándares que otras aerolíneas.

Pero, lo grave es que mientras organizamos estos circos, mientras la ministra pierde el tiempo en estas cosas que no nos conducen a nada, su gobierno ignora y no actúa en defensa de la competencia, prohibiendo y eliminando las ayudas que los gobiernos regionales ofrecen a muchas aerolíneas, a cambio de que vuelen a sus ciudades. El listado de empresas beneficiarias es importante y no sólo incluye a Ryanair, pero también a esta. La oficina de la Competencia del Gobierno, que pagamos con nuestros impuestos, publicó un vergonzoso listado de ayudas que reciben prácticamente todas las compañías. Sin embargo, nadie ha hecho nada, nadie ha actuado, no se ha prohibido nada, no se ha legislado, no se han adoptado medidas. Nos rasgamos las vestiduras en lo que sale en los periódicos, pero ignoramos los informes oficiales y dejamos que los gobiernos regionales manipulen el mercado, beneficien a unos o a otros, en función de sus intereses del momento. Y eso, cuya detección costó dinero público, persiste, en una prueba de la incompetencia del poder público en la introducción de transparencia en el mercado. En mi opinión, la principal víctima de la eliminación de estas ayudas no sería Ryanair, pero da igual, la cuestión es que ella y muchas otras se benefician de este dinero.

El Gobierno debería actuar en el mercado aéreo limpiándolo de subvenciones; exigiendo el cumplimiento de las normas de seguridad según está establecido y de forma ordinaria, rutinaria y constante; obligando a las aerolíneas a ofrecer información trasparente en el proceso de compra y delimitando a nivel europeo, con sus socios en Bruselas, qué personal puede ser contratado en el país de la empresa, cuál en el de aquel donde el avión tenga su base, y cuál en el aeropuerto de operación, para saber a qué norma laboral deben ajustarse e impedir que la confusión (y picaresca) cree situaciones de privilegio para algunos.