Europa, a ojo

En alguna ocasión he escrito que los criterios de defensa de la competencia que aplica la Comisión Europea son muy confusos, para decirlo con generosidad. ¿Se debe o no se debe permitir que IAG compre Air Europa, por ejemplo? ¿Qué argumento tomamos en cuenta y con qué intensidad? ¿Escuchamos a los compradores, que tienen una potente voz en Bruselas o a los viajeros, que en buena medida viven en el otro extremo del mundo? (Compra de Air Europa por Iberia: se reanuda el análisis)

Obviamente, la compra supondrá una pérdida en la competencia. No se puede dudar de ello. Pero las aerolíneas dicen, no sin un poco de razón, que cuando un viajero se sube a Turkish, a Emirates o a Qantas, está compitiendo con las aerolíneas europeas en lo que es el mercado global. Y que ni Air Europa, ni ITA, ni TAP suponen una oferta que realmente tenga impacto en el mercado. Y añaden que si se les impide crecer a ellas, pero no a sus rivales mundiales, entonces compiten con un brazo atado a la espalda.

Al final, el problema es delimitar el concepto competencia. ¿Acaso no es competencia desleal que Ita, antes Alitalia, pierda miles de millones constantemente desde que existe la aviación? ¿O que los Hidalgo consigan 500 millones acudiendo a la mediación más típica de este país? Desleal y muy desleal, diría yo.

La Comisión Europea no tiene criterios claros y, por supuesto, no va a ser capaz de resistir la presión del poderoso lobby de las aerolíneas. Observen que en este caso, como sucede frecuentemente, no hay nadie que defienda al consumidor final, al menos de la que sería una pérdida segura en este momento. Y, por el contrario, sí hay muchos que defienden a las aerolíneas, Alemania e Irlanda entre ellos.

Por supuesto, la decisión tardará en llegar, será maquillada como de cuestión técnica, pero finalmente será a ojo, procurando molestar el mínimo. Con las aerolíneas casi siempre ha sido así.