La foto final

Acaba de hacerse público que los cinco primeros grupos de la aviación europea se han unido en una organización denominada Airlines for Europe (A4E). Se trata de un simple grupo de presión en el que están las grandes compañías europeas y nada más. El objetivo del grupo es conseguir presionar a la Unión Europea para simplificar la operativa aérea en el continente y, sobre todo, lograr bajar o al menos estabilizar los precios de los aeropuertos, absolutamente descontrolados.

Pero a mí lo que me parece más llamativo de este grupo es que sus cinco integrantes son en realidad los cinco grandes poderes reales de la aviación europea, más allá de polémicas y divisiones: son IAG, Lufthansa, Ryanair, Easyjet y Air France–KLM. Dos grupos británicos, uno irlandés, uno franco-holandés y uno alemán. Lo lógico, excepto por el caso irlandés, inesperado hace veinte años. A eso ha quedado reducido el transporte aéreo en Europa: a cinco grupos potentes, que se reparten la tarta a fuerza de competir y que son la cara del continente ante los rivales americanos y, sobre todo, del Golfo Pérsico. Esto es lo que hay.

Observen que en ese grupo están dos compañías low-cost puras, que se han colado entre las grandes, por derecho propio. Ryanair e Easyjet son más grandes hoy, en términos de capitalización bursátil, que la alemana y la franco-holandesa, aunque oscilan aún con IAG en los primeros lugares del ranking. Ryanair e Easyjet son, además, las únicas aerolíneas que sólo se representan a sí mismas, con una cultura única, con una forma de operar única, con una marca única. Los demás son conglomerados de aerolíneas. IAG es British, Iberia, Air-Lingus y Vueling –con la interesante vocación de incorporar a Latam–; Lufthansa es Swiss, Austrian, Germanwings y Brussels Airlines; Air-France—KLM también representan un conjunto de aerolíneas, entre ellas Hop y Transavia, por ejemplo.

Más allá de los objetivos de esta asociación, también podemos ver en qué ha quedado la aviación española: en un apéndice de uno de los grupos europeos importantes. Lo cual, habida cuenta de la mala gestión que hemos hecho en el pasado, no es un resultado deplorable. Mucho peor le ha ido a SAS o a Alitalia y no digamos a TAP. Estas no saben muy bien dónde se encuentran ni qué papel tienen, esperando en cierta forma a terminar de ser engullidas por sus rivales.

Visto así, pese a las dificultades que hemos vivido, no hemos salido demasiado mal parados. Aunque, hemos de recordar que no siempre las cosas le pintarán tan bien a IAG como ahora. Sus rutas son rentables, sus estructuras están bastante saneadas, su flota se adapta bien a los precios del crudo, pese a que no es precisamente un ejemplo de modernización. Por lo tanto, Iberia, a final, habrá hecho una buena jugada. Quizás lo mejor que cabía esperar en un continente que sigue perdiendo puestos en el ranking mundial de la operación aeronáutica, en comparación con otros países y continentes.