Se ha armado un lío absolutamente ridículo porque presuntamente un piloto de Iberia, al aterrizar en el aeropuerto israelita de Tel Aviv, dijo que estaba llegando a Palestina. El incidente tuvo repercusiones diplomáticas, especialmente significativas por la situación que vive Israel. La compañía aérea, en parte presionada por el alcance del escándalo, hizo una investigación interna que no encontró ninguna anomalía, atribuyendo finalmente la confusión de un pasajero al hecho de que en castellano “destino” tiene cierta similitud con “Palestina”.
La cuestión tiene su interés por cómo, en una sociedad que goza hoy de las mayores redes de comunicación jamás vistas, un pasajero confundido puede llegar a montar un verdadero lío internacional, sin fundamento de ninguna clase. La información circula a una velocidad descomunal, atravesando fronteras, alcanzando a quienes deseemos, superando todos los obstáculos. Sin embargo, nada garantiza que esa información sea cierta, que su autor tenga un mínimo de sentido común, que se entere de qué va la película.
En este caso del avión de Iberia fue posible, a través de diversas entrevistas, adivinar qué sucedió realmente. Al fin y al cabo, un mensaje público en un avión es escuchado por mucha gente y, por lo tanto, tenemos muchos testimonios. Pero, en cambio, hay ocasiones en que estas alarmas se disparan a partir de actos más privados, menos contrastables, pudiendo potencialmente causar tremendos daños a los implicados. (Pensemos en las denuncias que se publican sobre mal servicio en un hotel, difíciles de contrastar, pero no obstante con serias repercusiones económicas para los afectados.)
Nunca la verdad se difundió a tanta velocidad, pero tampoco nunca las tonterías y las mentiras circularon más de prisa.
La palabra que designa aquello relativo al Estado de Israel es ISRAELÍ. Israelitas, Sr.Mato, son los de la Biblia.
Es cierto. Israelita era cuando aquellas tierras se conocian como palestina