La presidenta del Consell de Mallorca, un engendro administrativo que nadie entiende muy bien para qué sirve, ha propuesto algo así como ‘hermanarse’ con la Organización Mundial del Turismo y celebrar en Mallorca los eventos que suele llevar a cabo esta entidad de Naciones Unidas. Para que se hagan una idea, la última asamblea de la OMT tuvo lugar en Irán, que como todos sabemos es una potencia turística sensible con todas las causas que preocupan al mundo contemporáneo. De los acuerdos emanados de Irán mejor no hablar porque son igual de inservibles que todos los anteriores.
A mí me parece que la idea de la presidenta del Consell de Mallorca, una mujer habitualmente muy sensata y competente, es estupenda porque creo que las dos instituciones hablan el mismo lenguaje, comparten los mismos valores, se alimentan de la misma ausencia de norte, carencia de contrapesos y disponen de tantos discursos como sean necesarios, todos ellos vacíos.
El Consell nació para acercar la autonomía balear a los ciudadanos: su sede está a unos metros de la sede del Gobierno de Baleares, del cual hereda las competencias. ¿Por qué no lo han disuelto? Porque alimenta a centenares de afiliados a los partidos políticos, que de alguna forma tienen que participar en el reparto del pastel.
La Organización Mundial del Turismo no sirve para absolutamente nada, salvo generar los salarios de sus directivos, que van de aquí para allí a remolque de un sector económico del que lo desconocen todo.
Francamente, es una alianza perfecta entre la nada y el absurdo, entre el vacío y la carencia. Pocas veces se ha planteado un matrimonio más inútil, una afrenta mayor a los que sí trabajan, a los que pagan sus impuestos.
Muy claro, las cosas por su nombre