Acaba de presentar su dimisión Pilar Carbonell, la directora general de Turismo del Gobierno de Baleares, después de que en un informe la policía afirmara que virtualmente esta mujer estaba al servicio de Bartolomé Cursach, el empresario de discotecas de Mallorca, que lleva meses en prisión, sospechoso de una larga lista de casos de corrupción.
Hace ya unas semanas, se conocieron las transcripciones de una grabación en la que el director general de las empresas de Cursach hablaba con la directora general del Gobierno, y donde se escuchaba cómo esta se deshacía en esfuerzos para no contradecir y para atender con diligencia a su conocido. Obviamente, hemos de felicitar la diligencia, pero aquello olía a servilismo, a esclavitud, a una deferencia basada en el temor ante un poder fáctico que domina la escena económica de Mallorca. ¿Atiende la directora general al teléfono a cualquier otro ciudadano que tenga una necesidad del Gobierno balear? ¿Y lo hace pidiéndole por favor que le disculpe un retraso de minutos en contestar? ¿Y a todo el mundo le asegura que los papeles estarán en la fecha necesaria porque ella se compromete a ello?
El conseller de Turismo, que por entonces estaba aceptando la dimisión del gerente de la Agencia de Turismo, por supuesta connivencia con su exjefe de la campaña electoral en unos contratos, dijo que esta conducta no tenía importancia, que es que ellos trabajan con diligencia. Ayer mismo, por la mañana, defendía a ultranza la transparencia de su consejería.
Pero después se supo de otra docena de llamadas de la misma índole, que por supuesto no fueron suficientes para que el conseller cesara a su directora general, con quien, como si fuera un político a la vieja usanza, ha hecho piña.
Ayer, finalmente, no quedó más remedio, horas después de volver por enésima vez a defender a ultranza la actuación de Pilar Carbonell.
Simplemente yo sugiero que a este paso, se abra una comisaría en la propia conselleria, de la cual varios consellers y directores generales de todas las ideologías están en la cárcel y que sigue siendo una fuente inagotable de trabajo para la policía. Con una comisaría allí, nos ahorraríamos un dineral en transporte, que corre también a cargo nuestro, como siempre.
Lo más vergonzoso aquí, sin embargo, es que Biel Barceló, el consejero de Turismo, de estar en la oposición hubiera hoy amanecido colgado de una pancarta en el techo de la consejería, exigiendo la dimisión del consejero, de la presidenta y hasta puede que del ordenanza de la consejería, porque si estuviera en la oposición esto todo hacía tiempo que habría superado su capacidad de tolerancia. Sin embargo, esta capacidad se multiplica ilimitadamente cuando gobierna. Es esto lo que es completamente repugnante de la política progresista: la distancia abismal entre lo que dicen y lo que hacen, entre su estancia en la oposición y su presencia en el gobierno.
Es esto lo que les convierte en figuras lamentables, dramáticas, en caricaturas.
La izquierda balear hace años que se hundió junto con sus valores. Quieren a los ciudadanos pobres y dependientes del Estado, para que luego nos digan que gracias a ellos, sobrevivimos, en mallorquín claro, que hablar castellano es de gente chunga y poco honrada.
¿Ha releido Ud. su columna antes de enviarla, Sr. Mato? Lo que el escribimos proyecta lo que llevamos dentro...¿Qué lleva Ud. dentro, Sr. Mato? Una pista: la columna es simplona y cargada de odio y mezquindad. Tómese unas vacaciones y céntrese, que es Ud. capaz de algo mejor, o eso creo.