El Gobierno de Baleares ha anunciado que va a crear una tasa o impuesto turístico (no son sinónimos, pero según en qué caso podrían ser adecuadas las dos calificaciones). Lógicamente, a día de hoy no se sabe ni dónde se va a cobrar -cuestión de gran importancia-, cuánto se puede recaudar, qué problemas operativos puede tener o si es o no un dinero finalista. Pero ya salió el ayuntamiento de la capital, Palma, dirigido por los mismos partidos políticos que el gobierno regional, a pedir la mitad de lo que se recaude. O sea que por novios no quedará. La presidenta del Ejecutivo, la socialista Francina Armengol, contestó diplomáticamente que lo estudiaría, pero que en todo caso se trata de un impuesto autonómico.
La cuestión central detrás del impuesto autonómico es cuál es la razón para crearlo. ¿Es para invertir en la mejora de las zonas turísticas, como a veces da la impresión? ¿Es porque queremos que el sector turístico contribuya más a las cargas de mantener una sociedad del bienestar, como otras veces se indica? ¿Es para desestimular el volumen importante de viajeros que se recibe cada año?
Como estas preguntas no terminan de estar respondidas, e incluso hay quienes sospechan que en realidad se trata de un impuesto que nace por animadversión hacia el sector, entonces el destino de los recursos es dudoso.
Si estuviéramos hablando de un impuesto para mejorar las zonas turísticas, no bastaría con crear la tasa, sino que habría que fijar estándares de calidad para las áreas vacacionales. Y, por supuesto, allí tendrían que tener voz los ayuntamientos. Si, por el contrario, estamos hablando de ayudar a mantener un estado del bienestar que tiene los recursos muy limitados, entonces es normal que fuera el Gobierno quien se quede con la recaudación. En el primer caso, tendría sentido lo que ha dicho la presidenta, de que van a negociar con el sector. En el segundo, no. Pero si por el contrario el sentido del impuesto es beneficiar al sector, entonces sería lógica la intervención municipal.
Desde luego, no estaría de más aclarar por qué, con qué fin, con qué objetivos se crea la tasa. Lo contrario va a alimentar las tensiones, incluso las internas, muy altas.
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