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EDICIÓN ESPAÑA

Opinión

Sostenibilidad: una gran farsa

Por supuesto, debemos trabajar seriamente en pos de la sostenibilidad del turismo, como parte de la necesaria preservación del planeta. Sin embargo, tal como está titulado este artículo, yo pienso que, en esencia, lo que estamos haciendo hoy en día es una farsa. O se le aproxima mucho.

El modelo económico actual, el único que conocemos, el único que tiene éxito, se basa en el crecimiento. Es decir que quien va bien, mañana es más grande que hoy y hoy es mayor que ayer. En términos hoteleros, eso significa más camas; en aviación, más vuelos; en restauración, más clientes; en todos los casos, más facturación.

Crecer y proteger el entorno son dos conceptos contrapuestos: o se crece o se protege el entorno. Esto de hacer carreteras, construir hoteles, hacer depuradoras y abrir aeropuertos no es compatible con el medio ambiente. Aunque haya mil consultoras dispuestas a certificar lo que haga falta, si somos serios, esto no es compatible.

Creo que hay muchos lugares en el mundo en los que aún se pueden hacer instalaciones turísticas sostenibles porque su presencia sería tan insignificante que se podría pensar en que los recursos que consumen se puedan regenerar. Pero esto es impensable en media Europa, en partes del Caribe, en la mayor parte de Estados Unidos, etcétera.

Y, además, si de verdad queremos ser sensibles ambientalmente, en muchas zonas habría que pensar no sólo en echar el freno sino en dar pasos atrás.

Como todo el mundo, leo cada día de iniciativas para preservar el medio ambiente, para hacer que el turismo sea compatible con el entorno. Ninguna es un engaño, pero en general son intentos tan mínimos que al final su peso es inexistente. Está bien lo de no cambiar las toallas de las habitaciones de los hoteles cada día, pero eso es irrelevante; está bien suprimir el plástico de los amenities, pero eso es un chiste; y así hasta llenar el mundo de carteles publicitando tanta sensibilidad ambiental. En definitiva, lo que estamos haciendo nos permite publicitarnos, hacer marketing, pero es un enorme autoengaño, porque los desafíos van mucho más allá.

Creo en la mayor parte de las previsiones de cambio climático que se hacen, aunque hay muchos datos ambiguos, borrosos, que se suelen manipular para expandir el miedo. Tampoco creo que exagerando vayamos a ir lejos. Yo, que llevo ya unos años en esto, recuerdo cuando se decía que en 2002 estaríamos todos anegados por la subida de los mares y al final, ni siquiera veinte años después ha cambiado nada.

En mi opinión, el verdadero veneno que enturbia este debate es el marketing. Todo el mundo quiere aprovechar esta plausible inquietud social para captar más clientes, para posicionarse en un segmento de mercado más sensible, para ganar ventajas. Incluso, cómo no, para ganar elecciones, porque este drama también da votos.

Todo esto impide el análisis documentado y racional. Exactamente lo mismo que ha pasado con el Covid. Ni los expertos se libran de la búsqueda de un minuto de gloria en la televisión. Pero ni el virus ni el Planeta entienden de marketing. Y así nos va, librando la guerra contra fantasmas.

 


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    3 Comments
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    2 años

    Lo que está claro es que si se siguen consumiendo recursos del planeta a este ritmo no durará mucho. El turismo está bien pero hay que poner freno a mas construcciones, etc.. O se hace a lo bruto o no dura 100 años más.

    Benito
    2 años

    No puedo estar más de acuerdo. Una vez más, el marketing simple entra donde falta educación, cívica e intelectual. Y el hotelero no lava las toallas porque es una ahorro, que si fuera un coste .... Y ayer, bajo mi ventana, tres jóvenes tomaban yogures y bebidas, a las 3 de la tarde, y luego lo tiraron todo al suelo, a pesa de tener una papelera a 10 metros. Y cada día veo más ninis haciendo cosas parecidas. Con esta hornada, que Dios pille al mundo confesado, que nosotros somos malos, pero estos nos harán buenos

    Observateur
    2 años

    El turismo de masas es una patología medioambiental que no alcanzará el medio siglo de vida. Nuestros hijos recordarán escandalizados los años en los que usábamos el último petróleo barato para desayunar en New York, almorzar en Manchester e irse de copas en Magaluf. Pronto el 90% de la flota de la aviación mundial será chatarra y los hoteles boutique escombros.

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