La campaña electoral es el peor momento para escuchar ideas políticas porque, francamente, conscientes del nivel tan lamentable del electorado, nuestros candidatos se vuelven cercanos y, entonces, sólo dicen tonterías, las que los votantes quieren escuchar.
Rajoy estuvo en Mallorca –apenas un rato este miércoles, antes de comer– y criticó al Gobierno regional mezcla de nacionalistas, socialistas y Podemos, que acaba de anunciar la puesta en marcha de un impuesto sobre el turismo. Rajoy dijo que, más allá de la recaudación, lo importante es que ese impuesto lanza un mensaje negativo al viajero, haciéndole pensar que no lo queremos, que le queremos poner un impuesto, que queremos su dinero.
Lo dicho: la campaña electoral exige buscar argumentos para todo. Y siempre se encuentran. Pero también se podría haber dicho lo contrario: creamos un impuesto para mantener el nivel del producto tal como se merecen nuestros estimados clientes. Por algo un hotel bueno es más caro que uno barato, por ejemplo.
Rajoy, que como los demás hace lo que puede para convencernos de que le votemos, olvida que durante su mandato los impuestos se dispararon y que los ciudadanos hemos estado pagando y seguimos pagando cantidades desorbitadas para mantener una maquinaria pública que no funciona y que ni él ni los que vendrán quieren reformar.
En fin, queda apenas una semana y poco y después, se supone, quizás podamos hablar con más franqueza.
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