Escribo estas líneas a bordo de mi vuelo desde la antigua capital china de Nanjing a mi hogar y lugar de trabajo en Singapur. Los últimos diez días he visitado a empresarios y ejecutivos, en Beijing, Shanghai, Hangzhou y Nanjing. Verdad es que la sacudida de la caída de la Bolsa ha pesado en muchos pequeños ahorradores. Pero, en general, he sentido a la misma China de estos últimos años, confiada y en marcha, la que no tiene objetivo menor que el de liderar el mundo y que, a mi juicio, lo hará. Es más una cuestión de cuando que no de si lo hará o no. Sólo le queda superar a Estados Unidos, difícil empresa, pero, pienso, al alcance de esta China que en 25 años ha pasado del aislamiento y la pobreza a potencia global.
No quería, sin embargo, hablarles hoy de mega potencias ni estrategias globales sino de algo más simple y humano, tal vez más útil también, para el empresario que esté pensando en entrar en China. Quiero compartir una pinceladas de las impresiones que siempre me acompañan en este enorme y magnífico país.
En primer lugar que, para el chino, la familia, entendida en sentido amplio, es la unidad básica de su mundo particular. Y dado que la frontera entre el ámbito familiar y el de los negocios no es nítida, como en Occidente, el chino necesita tiempo, varias reuniones cara a cara y alguna comida o cena, para generar la confianza suficiente, equiparable a la que se da en la familia, para hacer buenos negocios. Digo buenos, porque sin duda se pueden hacer negocios sin crear esta relación, pero ni serán tantos ni tan buenos, al fin y al cabo, nadie da más a un desconocido que a un familiar. Por tanto, paciencia, respeto y buenas dotes de socialización. Sin todo ello, tecnología, marketing, incluso inversiones, tendrán un valor mucho menor que el que tienen en la forma Occidental de hacer negocios.
En segundo lugar, al chino, como a todo el mundo pienso, le gusta ganar dinero, pero dada la confianza y la relación cuasi familiar antes explicada, debe ser en un ámbito de respeto y de equidad. Si el chino percibe arrogancia en el occidental, o si piensa que los beneficios de un negocio no se reparten con justicia, nos encontraremos, posiblemente, ante el final de la relación y, lo que es peor, el chino no se guardará para sí el fracaso sino que se lo contará a toda la comunidad de empresarios que conoce con lo que el daño a la reputación, motivado por no entender cómo hacer negocios, puede ser grande y duradero.
Finalmente, el chino está enormemente orgulloso de su país, de su cultura, de su belleza natural y de su gastronomía y una buena forma de mostrar respeto y generar simpatía es conocer aquello de lo que todo chino está orgulloso.
También he pensado mucho estos días en la enorme oportunidad de negocio que suponen las decenas de ciudades secundarias de varios millones de habitantes que hay en China, pero eso será objeto de mi siguiente artículo.
Hola,
Sin duda alguna y también por mi experiencia de más de 12 años de negocios en China, no ha podido describir de mejor manera la formas de ser y hacer de los chinos.
Yo también creo que China será lider mundial, solo tiempo al tiempo
Isabel