Verano de 2017

España comenzó el verano de 2017 con las mejores expectativas turísticas que se recuerdan. En general se han cumplido. Ha sido una temporada excelente que ha supuesto que, al fin, todos, desde el Gobierno de la nación a los medios de comunicación, pasando por sesudos analistas hayan reconocido que el turismo es el sector económico más importante de España. Parece obvio, pues lo ha sido durante décadas, pero, al menos yo, no había percibido ese reconocimiento nunca. Pensemos, por ejemplo, que en España no hay ni ha habido un Ministerio de Turismo cuando esa es nuestra principal actividad y riqueza.

Como siempre en el caso del turismo, este éxito no sólo ha beneficiado a los empresarios que arriesgan su capital y es muy justo que recojan sus frutos. También ha sido, otra vez, el mayor creador de empleo y distribución de riqueza y, como no, un destacadísimo contribuyente a las nunca saciadas arcas públicas de todas las administraciones.

También tenemos lecciones que aprender, como siempre en la vida. A mi juicio la más importante es la de que 2017 iba a ser el año en que nuestros visitantes fueron de mayor poder adquisitivo que en el pasado. En parte, la que se aloja en establecimientos hoteleros ha sido así. Pero en mayor parte aún, hemos convertido España, gracias a las aerolíneas low cost y las plataformas de acomodación de viviendas particulares, en un destino de turistas de ínfima capacidad de gasto. Eso no sólo es perjudicial para la sociedad por la sensación de agobio en playas, centros históricos, atracciones turísticas, carreteras y aeropuertos. Es que la sociedad pierde dinero con esos visitantes. Seguro que el dueño del piso que alquila por días y las aerolíneas que todos conocemos ganan dinero. Pero esos turistas que subsisten con unos pocos euros al día, le cuestan a la sociedad lo mismo que los millonarios en cuanto al uso de aeropuertos, carreteras, hospitales, consumo de agua, de energía. En definitiva, que la sociedad no sólo sufre el agobio de la excesiva ocupación. También pierde dinero. Mi opinión de cómo enfocar el caso de AirBNB y otras ya lo he dado en Preferente y, algún día, diré la mía sobre las aerolíneas de bajo coste. Pero no estamos siendo inteligentes por este camino. Nuestro crecimiento en turistas de mayor poder adquisitivo es inferior a nuestro crecimiento en turistas de bajísimos recursos.

Déjenme que me refiera a mi tierra de nacimiento, Baleares. Parece que se va a incrementar el impuesto turístico para años venideros. Yo no creo que eso sea un desastre para el sector, ni me parece que las inversiones que se hacen con la recaudado sean negativas. Mi problema es que yo quitaría el impuesto. Sin más. Ya está bien. ¿Cuánto recaudan todas las administraciones por múltiples impuestos debido al turismo? Yo se lo diré. Mucho, muchísimo. Pues que los gobernantes usen lo recaudado por el resto de impuestos de forma adecuada, sin despilfarrar en excesivo personal o en subvenciones y lo empleen en inversiones reales, en turismo, naturaleza e infraestructuras y se dejen ya de seguir ordeñando siempre a la vaca, que de tanto hacerlo tal vez se encuentren un día que no hay dinero ni para funcionarios, ni para subvenciones ni para nada porque, créanme, todo tiene un límite y en España con empresarios y clase media lo estamos rebasando peligrosamente.

Finalmente, sin ninguna duda, el de 2017 fue el verano de Bruno, Elke, Luca, Francisco, Jared, Ian, Ana María, Silvina, Carmen, Pepita, Julian, Pau, Javier, Lurdes y María. Todos vilmente asesinados por terroristas en Barcelona y Cambrils. Todos turistas. Nuestra razón de ser. Mi más profundo agradecimiento por venir a nuestro país y por disfrutar de Barcelona y Cambrils, dos destinos fantásticos. Siento mucho que aún con sus cuerpos calientes, en los días siguientes a su muerte, políticos y ciudadanos sin escrúpulos les faltaran totalmente al respeto para propagar sus propias ideas. No tienen justificación. Sé que en donde estén saben que la mayoría no somos así y que hemos sentido un enorme dolor por su asesinato.