Algo no encaja en la temporada turística. Los registros de llegadas son demasiado buenos y la situación económica de las mayoristas demasiado mala. En Reino Unido el gran Thomas Cook se desmorona y el goteo de quiebras de pequeños touroperadores se mantiene constante desde hace meses. Pero Baleares asiste a la mejor temporada en una década. En Mallorca, touroperadores alemanes, británicos y españoles demoran sus pagos a los empresarios y éstos a sus empleados. Pero esto ocurre en Playa de Palma; en otras zonas de la isla balear la sobrecontratación, que suele asociarse a vacas gordas, obliga a desviar turistas. Y por si fuera poco, la ocupación crece mucho más que el empleo.
¿Con qué nos quedamos? La secuencia es tan ilógica que no hay modo de sacar conclusiones, pero arriesgaré algunas. Los impagos en el negocio turístico son relativamente frecuentes y, si no son clamorosos, suelen silenciarse. Reconocerlos en público quizá sea una estrategia para atar en corto a las mayoristas ahora que las cifras se recuperan. Explicaría, por ejemplo, que la semana pasada trascendiera que Thomas Cook aún no ha reintegrado a los empresarios el célebre 5 por ciento pendiente de 2010.
Y sin embargo, no parece el mejor momento de presionar. La ocupación es buena, pero a costa de los precios. Y lo que en los últimos meses ha hecho caer a nuestros grandes proveedores - las revueltas en Túnez y Egipto- es precisamente lo que salva la temporada en España. Las economías de Reino Unido y Alemania se recuperan, pero por ahora la mayoría de operadores implantados en estos países apenas logra reducir pérdidas. Del crecimiento positivo, ni rastro.
Vivimos una marea favorable en pleno caos, pero lo malo de las mareas es que vienen y van. Y en esta especie de pensamiento doble, lo mismo tenemos la impresión de que nos inundan los turistas como, en pleno agosto, un paraíso low cost como Playa de Palma aún tiene camas libres. Y a unos precios que asustan.
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