Turquía nos pinta la cara

El dinero siempre manda y más que nunca en la aldea global. Hoy no es raro que una compañía aérea extranjera gane a una empresa autóctona en la carrera por el contrato publicitario de una comunidad autónoma, léase el caso de Ryanair y Air Nostrum en la Comunidad Valenciana. Pero otra cosa es propiciar que el enemigo entre en casa y se nos lleve los muebles. Cuando en marzo Turkish Airlines se convirtió en el patrocinador mayoritario del Open de golf de Andalucía no lo hizo pensando solo en el mercado interno, sino en que el sur español es parada obligada para miles de aficionados europeos a este deporte. Turquía es destino emergente en golf y compite de forma directa con la Costa del Sol. ¿No hubo entonces empresas españolas lo bastante interesadas en ocupar ese lugar, o es que ninguna pudo igualar la sustanciosa oferta de la aerolínea turca, cuyo país gasta cantidades ingentes en promoción?
El mismo intento se repite ahora con el Open de golf de Baleares. Pelear por tener más centímetros de pabellón que Turquía en las ferias internacionales y a la vez permitir que a nuestra costa logre impactos publicitarios a escala planetaria es como hacer para deshacer. Si cunde el ejemplo habrá que esperar que algún año nos patrocinen Portugal, Túnez o Egipto. Al menos, que luego nadie se pregunte por qué los turistas dejan de venir.