En el grupo El Corte Inglés han sido significativas las desinversiones efectuadas recientemente por su cúpula directiva, hoy por hoy muy dependiente de quienes ostentan la mayoría de control accionarial. No es secreto alguno que la finalidad de las desinversiones no es otra que reducir el elevado endeudamiento. Ha habido desinversiones inmobiliarias significativas y de filiales, pero parece ser que no suficientes. Y sigue pendiente la de una de las supuestas joyas de la corona, o sea la agencia de viajes.
Pendiente de comprador sigue la filial de viajes que hasta hace poco había sido liderada por uno de los veteranos de la casa –Nuño de la Rosa-, ahora desvinculado del grupo tras haber perdido el apoyo temporal que hasta escaso tiempo tuvo de las dos hermanas Álvarez que controlan el grupo. Hay quienes especulan si ha podido haber alguna relación entre su abandono pactado y la ausencia de comprador para la desinversión. Desde luego, son especulaciones, porque hacia fuera nada se ha filtrado.
Que el grupo encuentre comprador interesado en su negocio de viajes podría ser cuestión de tiempo: el que transcurra entre las pretensiones sobre el precio y la eventual presión interna de aceptación de lo que ofrezca un posible interesado en la compra. A pesar de que a la agencia de viajes se le atribuyeron en el último ejercicio ingresos superiores a 2.720 millones de euros de ingresos –casi una sexta parte del total de ingresos brutos del grupo -15.783 millones- el meollo de la transacción está, sobre todo, en la rentabilidad y, por lo tanto, en el retorno sobre la inversión (ROI). Generalmente, a los inversores no solo les importa el EBITDA (beneficio antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones) sino el beneficio neto en estricto sentido. Y, luego pero además, en las características y condiciones de la plantilla y de los puntos de venta.
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