Toda devaluación, voluntariamente adoptada como estrategia competitiva o, en caso opuesto, forzada por las circunstancias macroeconómicas, tiene su cara y su cruz, como las monedas metálicas. Tal es el caso de lo que está sucediendo con la divisa nacional de China, el yuan, en su depreciación cambiaría respecto del dólar y de otras monedas, como el euro.
La cara es que la devaluación del yuan está convirtiendo a China en un destino cada vez más barato para la mayoría de los visitantes llegados del extranjero. Y la cruz la sufren los turistas chinos que desean viajar al exterior y las empresas que les organizan sus viajes porque han perdido poder adquisitivo en los destinos internacionales. Además, probablemente han visto como les aplican suplementos o recargos en sus paquetes organizados o en sus billetes de avión. Y esto perjudica a los destinos europeos, entre otros.
De momento, la devaluación del yuan respecto del dólar -y no olvidemos que el turismo es un sector muy dolarizado- pasó a ser en pocos meses de alrededor del 6 por ciento. Y este porcentaje podría ascender si continúa la guerra comercial entre China y Estados Unidos. En tal caso, hay analistas que prevén el cambio a unos 7,8 yuanes por dólar. O sea que la pérdida real de poder adquisitivo, si se cumplen tales hipótesis, sería superior al 16 por ciento. Y el mercado emisor de China sufriría efectos considerables.
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