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EDICIÓN ESPAÑA

Eurovegas y Mr. Marshall

Primero fueron los fallidos Gran Scala en Los Monegros y Don Quijote en Ciudad Real. Y ahora es EuroVegas. Todos como panacea contra la crisis. Difunden que crearán 200.000 puestos de trabajo. Pero entre Las Vegas, Macau, Singapur y Belén (de Estados Unidos) el grupo solo tiene 36.000 empleados y sin convenio colectivo. Alegan que lo importante no será el juego –los dos de antes eran más transparentes- sino las convenciones.  Pero el grupo del nuevo Mr. Marshall obtiene más del 75 por ciento de sus ingresos de las mesas de juego y tragaperras de sus casinos y menos del 25 por ciento del alojamiento hotelero, alimentos y bebidas, centros comerciales, tiendas , convenciones y otras actividades. Y esto lo he leído en su memoria, accesible en su web.

 

Por lo tanto, menos cuentos, que peinamos canas. Pero los gobernantes de Madrid y de Cataluña no miran memorias. Y se abrieron de brazos, seducidos a saber con qué,  a las exigencias de un grupo que utiliza el turismo para esos otros intereses, menos confesables por impopulares: los juegos de azar. Y que esto arrastre prostitución, ni mentarlo. Salvo un político democristiano catalán ligero de lengua que pareció justificarla si es “de lujo” y en hoteles en vez de en la calle.

 

El nuevo Mr. Marshall ha gastado ya –se ha publicado-  seis o siete millones de euros en abogados y consultores de aquí. Y tal vez en influencias. Invitó a Las Vegas a un periodista de un medio afín y le dio la gran entrevista exclusiva. Que para eso están quienes comparten consejos de administración.  Y así, a la espera aquí  y en Las Vegas: a ver quién da más en esta subasta.

 

Como en la película de Luis García Berlanga de 1953, un papanatismo pocas veces visto. Lo importante es el “parné”, o sea el dólar. Dólares por aquí, dólares por allá, y salvo que se demuestre lo contrario -asumo la presunción de inocencia de quienes intervienen en esta nueva película, tan real como la vida misma- con la sospecha de cuántos dólares se han quedado o podrían quedarse en el camino que va desde Las Vegas a la península ibérica.

 

Como profesional del turismo no estoy en contra de ningún proyecto que pueda representar negocio turístico. Pero como se desprende de lo dicho hasta aquí, no estoy dispuesto a corear la tan patética como divertida canción de aquella película, parte de cuya letra dice: “Los yanquis han venido, olé salero, con mil regalos, y a las niñas bonitas van a obsequiarlas con aeroplanos, con aeroplanos de chorro libre que corta el aire, y también rascacielos, bien conservaos en frigidaire”, “Americanos, vienen a España guapos y sanos, viva el tronío de ese gran pueblo con poderío”, “Os recibimos americanos con alegría” y “El Plan Marshall nos llega del extranjero pa nuestro avío, y con tantos parneses va a echar buen pelo Villar del Río. Traerán divisas pá quien toree mejor corría, y medias y camisas pá las mocitas más presumías”. O sea que no me tomen por tonto o –dicho con respeto- por un paleto como los del tercermundista pueblo de Villar del Río de la película. 


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