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EDICIÓN ESPAÑA

Thomas Cook: que me lo expliquen

A pesar de muchas horas de estudio y de lecturas, me sumo a la conclusión de aquel filósofo del que aprendí su frase “sólo sé que no sé nada” que mi jocoso profesor de Filosofía nos repitió más de una vez a quienes –salvo unos pocos hijos de papá- seguíamos con atención e interés las clases y, además de aula, compartíamos voluntad de progreso en la vida, respecto de la de nuestros padres.

 

Aquella frase, grabada en mi memoria, ha salido de su estado de latencia porque soy uno más de quienes creíamos saber algo, no mucho, pero resulta que no: que solo sé, y muchos más como yo, solo sabemos que no sabemos nada. Ni siquiera sabíamos que existían “entidades sistémicas demasiado grandes para sucumbir” ni cuáles eran: esos “29 grandes bancos mundiales” ahora calificados como “SIFI”. No sabíamos que esos grandes bancos recibirán toda clase de cuidados y ayudas que necesiten para que ninguno de ellos quiebre y, con ello, el sistema financiero mundial. Este sistema de “no liquidez”, que en otras épocas favoreció a banqueros-usureros que pusieron contra las cuerdas a países y monarcas, como aquella Isabel de Castilla, apodada “la católica”.

 

A aquel profesor de Filosofía también le debo haber asentado en mi cerebro el discurso del método cartesiano y el abordar lo simple antes que lo complejo y el método cartesiano me suele ayudar a intuir, que no saber, algo más sobre algunos asuntos. Por ejemplo, el descalabro y los vaivenes bursátiles de Thomas Cook, tan raros a pesar del descenso de su negocio en el Reino Unido. ¿Vende paquetes? Si. ¿Y los vende a precios con márgenes? Parece ser que sí. ¿Tiene costes estructurales excesivos? Es probable, pero no tan grave. ¿Tiene liquidez el grupo? Irregular, según los períodos del año, como siempre en el negocio mayorista de viajes. ¿Le cuesta obtener liquidez? Pues depende de las entidades financieras y de los tipos de interés. ¿Dónde están, pues, los problemas del valor en bolsa que el grupo ha vivido durante todo este año?

 

Sólo sé que no sé nada, pero un enfoque cartesiano en plan casero me induce a intuirlo. El 85 por ciento de las acciones las poseen grandes accionistas (0,7 por ciento del accionariado total), entre ellos cinco entidades aseguradoras o financieras. Por otro lado, los inversores institucionales (7,8 por ciento del accionariado) acumulan el 99,48 por ciento del capital mientras que los inversores particulares (92,2 por ciento de los accionistas) tan solo suman el 0,52 por ciento del capital. No sé nada. Pero intuyo que el dinero en metálico, como siempre, simplemente cambia de propietarios, bolsillos y cuentas corrientes.

 


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