Poco o nada se le puede achacar a una empresa si ésta muestra deficiencias en el servicio como consecuencia de una huelga de sus empleados, cuya culpa en este caso es atribuible a los huelguistas por ejercer un derecho que les asiste, esté o no justificada la protesta. En Renfe ha habido huelga estos pasados días y pocos pasajeros se han quejado, con o sin razón.
El problema capital de Renfe no es el de la huelga de uno de sus colectivos, que también, sino uno más profundo, el funcionarial, enquistado en una empresa pública donde los vicios adquiridos a lo largo de los años les impide ver la realidad que vive el mundo moderno y libre y que no se halla a la altura de los cambios llevados a cabo en las empresas privadas.
Una cosa tan sencilla como que el wifi gratis sólo funcione en determinados trayectos del AVE—Sevilla, por ejemplo—demuestra la escasa eficacia de unos gestores que, probablemente sin querer, generan un agravio comparativo tremendo con los pasajeros de Málaga, como si los usuarios de María Zambrano fueran de inferior categoría a los de Santa Justa.
El AVE es un gran invento, un medio de transporte que ha costado un dineral pero que sin duda ha servido para potenciar la marca España, de ahí que otros países más poderosos económicamente requieran de su experiencia , pero el avance y la modernidad del tren de alta velocidad no corre en paralelo con la mentalidad operativa de sus dirigentes.
Unos directivos que, alimentados por papa Estado, siguen haciendo de su capa un sayo, importándole una higa las consecuencias de la huelga y utilizando los vagones como si fuera su casa, tal cual demostraron dos de ellos el pasado día 6 de marzo durante el trayecto Málaga- Córdoba, molestando a los pasajeros con sus móviles y hablando a grito pelado.
Pese a las promesas, el Gobierno de Rajoy no ha sido capaz de llevar a cabo las privatización anunciada en Renfe—tampoco en Paradores y a medias en Aena—continuando así con los excesos de altos cargos y con algunos ejecutivos que ocupan puestos de trabajo por el mero hecho de estar ligados a los partidos políticos de turno, y ahí se la den a Bruselas.
(De la calidad de la comida en la primera clase del AVE, mejor ni hablar: no vale la pena pagar varias decenas de euros de más por un sándwich low cost, además de que la diferencia con la clase turista, en servicio y asiento, apenas si es perceptible).
Por no hablar de la App móvil (y la web, pero eso ya es cosa del pasado) que es un desastre, carece de funcionalidades básicas y al lado de la de los ferrocarriles de otros países de nuestro entorno es una vergüenza. Sirva de ejemplo la de DB, los ferrocarriles alemanes (también estatales, pero gestionadas) que incluye y vende TODAS las conexiones de transporte público alemanas y muchas europeas, urbanas e interurbanas con independencia de si son propias o de otros operadores. Tiene narices que para buscar conexiones dentro de España funcione mejor la App de DB que la de Renfe.
Y el desastre de la desconexión del sistema ferroviario de Granada, Area metropolitana de 0,6 millones de habitantes, que lleva dos años sin tren por la malísima planificación del Ave y la corrupción en las contratas. Impensable en un país civilizado donde la ciudadanía expulsaría del poder a los responsable regionales y nacionales de tal desastre.
El desarrollo y la estrategia en Renfe.
Parece ser que en Renfe ha entrado la "calentura" de crear multitud de departamentos y áreas con tareas de desarrollo, estrategia y estudios; orientación muy pobre para tapar carencias de gestión. Es importante considerar que la óptima productividad de una organización no es el resultado directo de la planificación estratégica, sino el producto de la gran variedad de habilidades directivas de la misma; lo son porque lo que vigoriza los procesos directivos y por lo tanto, la obtención de mayores y mejores resultados es su capacidad de gestión, principalmente en lo relacionado con las operaciones encaminadas al cliente.
En mi opinión, Renfe no acaba de encontrar el camino de su funcionalidad, están de forma sistemática cambiando su organización, además deben compartir los planes con los actores claves, eso lo conocen bien los profesionales que aún quedan, dándole prioridad al futuro de la empresa.
No pretendo, con esta reflexión, que se pueda interpretar que estoy en contra de los sistemas de planificación en la empresa, pero sí a utilizarlo en su justa medida, optimizando los recursos humanos asignados, porque su saturación pudieran resultar ineficaces; y para que no suceda, es importante evitar ser demasiado ritualista y formal.