Mateo Sánchez no era piloto. Pero era un aviador. En estos momentos mi mirada se retrotrae a los inicios de Air Europa. Nos ha dejado un ser humano maravilloso, una persona excepcional. Y un gran profesional.
Su vida se ha esfumado como polvo vano. La muerte le ha jugado una trampa a una persona joven. En esta tormenta que es la vida y en un minuto, en un claro en el cielo, lucieron sobre su cabeza algunas estrellas. Él juzgó que era una trampa, se ven las estrellas, subiré mi avión hacia ellas y sé seguro que no podré descender, voy a permanecer allí, conviviendo con ellas.
Sin embargo era tal su hambre de luz que subió. Y ahora allí nos espera.
Es increíble el sosiego de los que se van. Y el desasosiego de los que quedamos.
Mateo, mientras permanezcas en nuestros corazones, seguirás entre nosotros, y seguiremos a tu lado siempre.
La muerte sigue aquí cantando noche y día su canción sin fin.
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