Miro desde la terraza y contemplo el mar. Me parece ver reflejados en él los rostros de todos aquellos que hace 31 años vivimos la triste experiencia del desastre de Tenerife de los Jumbos de KLM y Pan Am. A alguno le parecerá que no es momento de recordar tragedias como aquella, porque las tragedias de los otros son siempre de una banalidad exasperante.
Aquella tarde de domingo del 27 de marzo de 1977, no fue la mejor tarde del comandante del avión de KLM, Van Zanten, aquella tarde fue como la historia de Oscar Wilde ‘La Máscara de la muerte roja’. Hoy solo quiero tener un recuerdo para todo el pueblo de Tenerife, para sus gentes que se volcaron ante la tragedia y para mí mismo, porque la vida es simplemente una colección de momentos, esos momentos que no se borraran de mis pupilas en toda la vida.
Quisiera recordar a todos aquellos que hombro con hombro hicimos cuanto pudimos por socorrer a aquellas pobres gentes que venían hacia nosotros desde el avión de la PAN AM, como fantasmas, perdidos en aquella isla en medio del océano.
Todavía mantengo en mi mente la figura del comandante del avión americano viendo el desastre con la camisa fuera de sus pantalones y fumando un pitillo: era el comandante Victor Grubbs, hombre de 57 años y con más de 21.000 horas de vuelo que no podía creer lo que estaba viendo. En aquellos momentos se nos iba en llanto el alma por la tristeza, pero al final todos descubrimos lo mejor de las gentes de Tenerife y esto permanecerá por siempre en mi corazón.
La mascara de la muerte roja es de Allan Poe.
Es triste que sea el peor accidente en la historia de la aviacion, gracias a él se cambiaron muchas cosas en cuanto a procedimientos y comunicaciones. Este aeropuerto se construyó en el peor sitio de la isla donde muchos dias al año està cerrado por condiciones meterologicas. Se construyó otro aeropuerto en el sur para cerrar Los Rodeos cosa que nunca ocurrió gracias a los politicos. Esperemos que la historia no se repita.
Ese día fue fatídico, y nunca olvidaré que mientras veía televisión, cortaron la emisión para ofrecer la noticia, informando que se temía que podría haber más de quinientas personas muertas. Y así fue. Lo más terrible de todo fue, ver en los periódicos en los días siguientes, imágenes de personas carbonizadas (siluetas humanas en negro), y la más que me impactó fue ver una foto de una madre con su hijo juntos entre los restos del avión. Me impactó mucho esto, ya que sólo tenía diecisiete años cuando entonces. Si fuese ahora, por suerte, esas fotos nunca se podrían publicar tan claramente como se hizo en aquel entonces. Que nunca más pase lo que viví en esos días. Aunque Los Rodeos es un gran aeropuerto actualmente, el otro aeropuerto Reina Sofía, y que por su ubicación en el sur de la isla, no tiene condiciones adversas durante casi todo el año, y desde que se abrió, nunca ha tenido ningún accidente fatal, y espero que jamás lo tenga. Además, la culpa de todo, yo no se la echo al aeropuerto de Los Rodeos, si no al cúmulo de circunstancias para tal nefasto desenlace.