El hombre cariacontecido agarraba con gran fuerza su vieja maleta, con la que había recorrido gran parte del mundo. En aquella época de esplendor iba con él a todas partes y parecía que esa maleta relucía, no porque fuera nueva, sino porque él era un hombre apreciado allí dónde fuera.
Todo aquello terminó. De repente se encontró en un hostal del viejo casco de aquella ciudad de provincias, sólo y colocando su maleta encima de la cama. Se sentó y estuvo largo tiempo pensando en qué hacer y cómo empezar de nuevo. Estaba cumpliendo su castigo por haber roto una de las reglas de oro: ¡Nunca hay que luchar contra los necios con sus mismas armas!
Finalmente tomó la decisión de no abrir su maleta y salir a la calle; necesitaba estar entre la gente. Paseó largamente intentando divisar una cara amiga, pero a medida que pasaba el tiempo, una asfixia sofocante le mostraba que estaba por primera vez en una ciudad extraña. Se acercó hasta un pequeño bar, se sentó en una de las pocas mesas que había en su terraza. Por primera vez se sintió solo, y empezó a llorar. Lloraba su corazón, nadie ni nada podía consolarle, sólo pensaba en la maldad humana. Transcurrido un tiempo, consideró que parte de su vida había terminado y mirando hacia el cielo no pudo más que intentar refugiarse en su fe; su fe en Dios, aunque era consciente de que eso ya no estaba de moda.
De pronto pensó que tal vez era todo un castigo, una forma de mostrarle una nueva vida. Tras pedir algo para beber y reflexionar largo tiempo se echó un trago al coleto intentando apagar su sed. Regresó de nuevo a su triste albergue, abrió la puerta de su habitación y por fin decidió abrir su maleta. Cuando lo hizo no pudo reprimir su sorpresa, porque se dio cuenta de que todo lo que había en ella era vanidad y anhelo de viento.
Precioso relato....
Cuánta gente lleva éstas maletas llenas de codicia, ambición,prepotencia, etc..por la vida sin darse cuenta de lo vacíos que están por dentro. Tiempos en los que todo vale para llegar a lo más alto sin un pizca de humildad ni empatía.
Excelente relato que nos obliga a reflexión a todos los que llevamos maletas. Leer esto me ha obligado a limpiar la mía. GRACIAS