Ver la carcajada del niño, me parece imposible, no solo sonríe, ríe a carcajadas cuando su madre le bromea.
Echo en falta esa sonrisa. Echo atrás mis recuerdos y no los recuerdo. No recuerdo haber reído como un niño alegre.
Me han pasado los años, he envejecido y quedo boquiabierto con las risas de los niños. No puedo encontrar las mías entre mis recuerdos.
Solo me crié en un viejo hospicio y moriré de nuevo solo y moriré de nuevo en él.
Sin ambicionar nada material, sólo la risa noble, sin matices, la risa sincera que sólo ellos pueden darnos.
La sonrisa del hombre es casi siempre fingida.
¿Qué será del mundo, cuando ya no queden, risas, carcajadas, sonrisas limpias, como las de un niño? Nada, solo la Nada.
Como he podido ser tan estúpido y haberme perdido las de mis hijas.
¡¡Bufff!! Para reflexionar el fin de semana. Yo también fuí victima de mi trabajo y me perdí gran parte de la infancia de mis hijos mientras acompañaba clientes por el mundo.
¡¡Como te entiendo Tomás!!
Nunca es tarde para intentarlo, solo hay que buscar ese momento y dejar de lado esas responsabilidades que tanto tiempo nos quita en el día a día.
Hoy quiero sonreír como el niño aquel que no recuerdo y quiero volver a ser, nunca es tarde .
Dibujemos una sonrisa en nuestra cara, y veamos el mundo con ojos de niños, ajenos a la realidad que sabemos que siempre va a estar ahí 😉
Llegará el día en que, aquél señor que hoy me recrimina haber solicitado reducción de jornada porque me niego a perder la infancia de mus hijas, se vea en la misma situación.
Entonces pregúntese ¿quién de los dos se arrepiente de sus decisiones?
A todas las madres y padres trabajadores.