Durante más de cuarenta años la industria aérea ha experimentado una expansión sin precedentes, comparada con el AVE, por ejemplo, y otros medios de transporte público. Hay que admirar el espectacular cambio tecnológico que ha sido excepcional. Esto ha provocado una caída de los costes y las tarifas, que han estimulado un crecimiento muy rápido de la demanda.
Una demanda aparentemente difícil de satisfacer. Además, durante la primera mitad de este periodo cualquier otra industria, como el tren que se enfrente con un crecimiento tan alto de la demanda de sus productos, difícilmente alcanzará cubrir esa demanda . Este crecimiento exponencial ha permitido a muchas compañías aéreas alcanzar los números negros dando beneficios aunque pequeños en comparación con sus ingresos operativos.
El aumento de la demanda no ha resultado un éxito financiero a largo plazo para muchas y tenemos ejemplos actualmente muy conocidos. Si bien algunas líneas aéreas han logrado mantenerse con números aceptables, la industria en su conjunto solo ha sido marginalmente rentable.
No hay una explicación sencilla para la aparente contradicción entre el rápido crecimiento de la industria y su rentabilidad marginal durante los últimos años. Pero para todas las aerolíneas el éxito financiero depende de la oferta y la demanda y tiene que buscar de manera eficiente y rentable ese objetivo.
Siempre los gestores de las compañías aéreas han tenido un control considerable sobre la oferta de servicios aéreos, pero todos los días se enfrentan a una realidad que no es otra que el relativo control sobre la demanda, la oferta y la demanda es como la "pescadilla que se come la cola": puede influir en la oferta, pero la cuestión es cómo influimos en la demanda. Esa sí es una tarea complicada.
Si a todo esto le unimos que el transporte aéreo mundial no es ajeno a un ambiente hostil y en algunas ocasiones cruel. No es tarea fácil para los directores generales establecer políticas adecuadas en algunas ocasiones para atender la demanda, tal vez porque otros temas les obliga a perder tiempo y les impide analizar un tema tan importante como la demanda. La demanda y generarla es crucial.
En palabras de Shakespeare el CEO tiene que "tomar las armas contra un mar de problemas y oponiéndose terminar con ellos"
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