Su amigo y hasta ahora empleado de allende los mares lo llama lord Arellano. No le falta razón al sagaz y sabrosón compañero cubano a la hora de calificar al que ha sido su jefe y amigo durante años y en dos grupos turísticos distintos. Michel Arellano es un caballero de los pies a la cabeza, un tipo cabal, una rara avis en un colectivo cada vez más dominado por tigres y tigretones.
Además de su valía personal, está la profesional, que corre paralela. Arellano siempre reunió todos los requisitos para triunfar. Doy fe porque durante dos años largos compartimos mesa de consejo de administración en una empresa ajena a nuestros principales quehaceres empresariales. Allí conocí a fondo a un gran profesional y a una gran persona. Un tipazo, que dicen en Dominicana.
Michel Arellano era un gran amigo de Ovidio Andrés y con este, el creador, uno de los impulsores de esa gran empresa que es Logitravel. Por ello resulta muy extraño, demasiado sorprendente, que haya dejado Logi. Y lo es aún más si se tiene encuentra que su salida nada tiene que ver con una suculenta oferta de trabajo de competidores. Ni siquiera la hay de otro grupo turístico...
Los amigos comunes, que son legión, dicen desconocer las razones de la marcha de Arellano. Yo, haciendo de tripas corazón, no he querido abusar de su confianza, que es muy grande, para preguntarle los motivos. Lo que no puedo es dejar de darle vuelta a su despedida. Algo ha tenido que pasar para que se marche así como así. Y algo con sustancia: Arellano no es de calentones...
Uno de los lores del turismo español-- incluyan en esta élite al ejecutivo clave de Air Europa, Richard Clark-- no tendrá problema alguno para encontrar trabajo. Estoy seguro de que Michel ya habrá recibido un sinfín de ofertas desde que leyeran su marcha en el que es su digital de referencia. En momentos clave de nuestra vida, personales y profesionales, siempre estuvo a nuestro lado.
Vamos, que lo han invitado a salir de la empresa...
pero si todos nosotros en Logi sabemos que lo cargo mr O personanlmente. Una gran perdida. Pero Ovidio lo merece.