El diario El País publicó hace unos días un reportaje interesante sobre el debate abierto en Formentera en relación con su éxito turístico. Formentera es una isla extremadamente pequeña, carente de aeropuerto, que se ha atrae masas de viajeros, especialmente italianos. Esto genera mil disfunciones de calado, con serios impactos ambientales.
Por un lado, este turismo satura la isla en los meses de verano; por otro atrae a inversores y empresarios de otras latitudes; exige infraestructuras sobredimensionadas y enriquece a quien tiene un comercio que normalmente gana en tres meses lo que necesita para todo el año.
Al mismo tiempo desaparece la población local: muchos se han marchado para no volver. O sea, los formenterenses se van, pero la población (de 4000 mil habitantes hace 15 años) supera hoy los 12 mil. Por lo tanto, es muy difícil hablar de los locales, dado que la mayor parte han venido de otras latitudes y se han instalado.
En ese contexto, un dato llamativo, entre los 12 mil habitantes de la isla sólo hay 15 estudiantes universitarios.
Los problemas más serios tienen que ver con la contaminación, la presencia de coches, el consumo de agua, la generación de residuos, las aguas sucias, etcétera, que en verano desbordan las posibilidades de la isla. En este ambiente, muchos políticos hablan de aplicar algún modo de limitar la entrada de visitantes, para reducir su impacto. La idea da vueltas por las cabezas de todos, pero con dos razones para el escepticismo: por un lado, porque no es fácil aplicar una limitación razonable y justa en las entradas (¿quién sí, quién no? ¿cómo se prohíbe el acceso? ¿con qué instrumentos?) y, por otro, un escollo mucho más difícil, que es el coste electoral de una medida de este tipo.
El impuesto que algunos consideran oportuno afectaría a los coches que entran a la isla. Sin embargo, ese tipo de tasa no se aplicaría a la enorme cantidad de barcos que fondean en las largas playas de la isla y que ponen en peligro las praderas de posidonia, que para tranquilizar las conciencias es Patrimonio de la Humanidad, pero eso no las protege de la intensa presencia humana.
Sin embargo, el obstáculo más importante es electoral. El empresariado local –que son sobre todo los que han ido viniendo e instalándose en estos últimos años– no quiere oír hablar de limitar de ninguna manera lo que es su negocio. Saben que tiene impacto, pero quieren exprimirlo en esos pocos meses para poder sobrevivir el resto del año. La derecha acusa a la izquierda de lograr la mayoría absoluta con su actitud caciquil de hacer favores a todos, cosa que es también una práctica de la derecha cuando puede. Formentera está saturada, esperando que algún día alguien tenga un proyecto para encauzar su éxito de forma que no dañe la isla y que permita a la población local sobrevivir.
Así, pues, la situación de Formentera es una paradoja: apenas quedan formenterenses; está saturada en verano pero no hay manera de acordar limitaciones a esa invasión; no se sabe cómo lograr el consenso social mínimo para evitar que el modelo se dañe irreversiblemente y los políticos, por supuesto, miran constantemente a los votantes para ver cómo han de actuar.
Como se ve que el mes de Julio, le afecto.
Ahora para Agosto, empieza cin sus articulos de " ladrillo"
Amigo..., poco sabes de Formentera y no favorece nada estos "articulos", sigue asi...
Te vas de vacaciines a Formentera o ya volvistes?.
La ansiedad es mala.
observando el desarrollo de Formentera estoy muy preocupada
que hay que frenar esta locura, si no es demasiado tarde