La crisis de Oriente Medio pasa factura al turismo turco: Rusia deja de volar

Un avión ruso que está bombardeando Siria entró durante unos segundos en el espacio aéreo turco, que inmediatamente lanzó un ataque armado contra el aparato, derribándolo. Rusia, como era de esperar, reaccionó con excepcional dureza verbal y una única decisión formal contra Turquía: cortar el turismo. Primero fue Natalie tours, la primera agencia de viajes del país, la que canceló sus operaciones en las costas mediterráneas turcas, para después sumarse a ella las demás organizaciones importantes, Pegas Touristik, Tez Tour y Biblio Globus. El turismo, pues, en el centro de la represalia, en el centro de la tensión.

Es cierto que estamos en un momento de poca actividad turística, también en Turquía, pero la reacción rusa, que se suma a la decisión anterior de suspender todos los vuelos a Egipto, nos indica qué frágil es el mundo del turismo, especialmente en esta región convulsa.

Turquía no es un país cualquiera en términos de destino vacacional. Turquía es una potencia con 34 millones de turistas recibidos en 2014 y crecimientos casi constantes de entorno al cinco por ciento, con pocas excepciones a lo largo de su historia reciente. Y los rusos son para Turquía, la segunda procedencia de sus viajeros, apenas un poco por detrás de Alemania y muy por delante de la tercera nacionalidad, los británicos. Sólo en un mes de verano rozan los 700.000 viajeros. El año pasado, cuando la crisis de la moneda rusa limitó seriamente la salida de viajeros, Turquía recibió 4,4 millones de visitantes de esta nacionalidad, una cifra más que respetable, por más que sea un 30 por ciento inferior a la del año anterior.

¿Qué significa para España esta tensión militar, que se suma al derribo del avión ruso sobre la península del Sinaí, o al atentado terrorista en Sousse, Túnez, contra turistas británicos? Pues que estamos convirtiéndonos en uno de los pocos destinos turísticos estables en todo el Mediterráneo.

La historia del turismo demuestra que los destinos tienen una gran capacidad para recuperarse de las situaciones de tensión y violencia y que apenas basta una temporada para que recuperen al público perdido. Pero este no es el caso. Ahora no estamos hablando ni de hechos puntuales ni de situaciones aisladas. Estas noticias no son de las que aparecen escondidas en un rincón del periódico o en medio del telediario: estos son eventos de los que habla todo el mundo, de lo que todos tenemos información y conocimiento. El problema de la violencia en el Oriente Medio empieza a adquirir dimensiones preocupantes, profundas, que más bien apuntan a que está creciendo más que reduciéndose.

Túnez y Egipto tienen sus mercados afectados por mucho tiempo, pero el caso turco es bastante más grave y problemático porque es un país de gran potencia económica y con una oferta altamente competitiva. Y el turismo, como habrán notado, es el punto en el que los radicales logran mejores resultados: empujan el país a la pobreza, a la crisis y con ello se crea un caldo de cultivo que les es propicio. Pensemos que Alemania envío casi seis millones de turistas a Turquía el año pasado.

La dirección de Thomas Cook, el segundo mayorista de Europa, reconoce que estamos ante una crisis de calado, que no tiene precedentes. Peter Frankhauser, cuya empresa mejorará sus resultados este año, ha visto cómo las acciones de su compañía cayeron casi un cinco por ciento tras los atentados de París, precisamente por la incertidumbre que se está generando.

Nadie en España desea que las cosas sigan así, pero es cierto que las cifras espectaculares del turismo de 2014, superadas aún por las de 2015, empiezan a parecer humildes comparadas con lo que estas malas noticias presagian para 2016. Aunque aún es muy pronto para aventurar nada, los mayoristas europeos están a la caza de las camas disponibles en nuestras costas, porque simplemente no disponen de lugares seguros a los que enviar a sus clientes.