Las tres medidas para salvar la aviación

¿Qué necesita España para que la aviación comercial española, en franca caída, pueda recuperar el vuelo? ¿A que se refería Alex Cruz, el inminente máximo ejecutivo de British Airways, cuando en noviembre pasado decía que es urgente que España se tome en serio este sector?

El presidente de la Asociación Española de Compañías Aéreas, Felipe Navío, acaba de lanzar en la prensa tres medidas con las que revertir la tendencia: primera, que Aena no piense tanto en sus accionistas como en dinamizar el sector; segunda, que se fomente el mantenimiento de aeronaves en las instalaciones aeroportuarias españolas y, tercera, que se liberalicen los servicios que se prestan a las aeronaves y que, precisamente por no poder elegir, tienen costes disuasorios.

Las tres propuestas merecen un análisis.

En primer lugar, con Aena como empresa cien por ciento pública, o sea hace unos años, cabía plantearse la posibilidad de que no se priorizaran los dividendos, puesto que el Estado, por su función social, podía darse el lujo de renunciar a los ingresos que produce esta organización. De hecho, ha renunciado casi siempre a ellos, dilapidando el dinero que podría haber ganado. Ahora, en cambio, cuando hay una parte del capital que es privado, la cuestión se complica bastante y hasta podríamos llegar a pensar que Navío y Aeca yerran el tiro. Sin embargo, las cosas no son tan así: que Aena decidiera dedicar parte de sus recursos a promocionar el desarrollo del sector aeronáutico, aunque obviamente resultaría en una pérdida de dinero a corto plazo para los accionistas, permitiría el desarrollo de empresas que, basadas en los aeropuertos, sólo podrían traer más negocio a las arcas de la compañía. Perder hoy para ganar mañana. Sin embargo, aún queda una cuestión más pendiente: ¿qué futuro tiene este organismo para el gobierno que vamos a tener en algún momento futuro? Dado como soplan los vientos, hay muchos escenarios para incluso llegar a dudar de la propia supervivencia del ente público tal como lo conocemos hoy.

La segunda idea de Aeca, que tiene puntos en común con lo anterior, consiste en hacer que las pequeñas compañías de aviación, que hoy se marchan al extranjero a conseguir los servicios de mantenimiento y atención de sus aeronaves, se arraiguen en España. Esto es fácil de decir, pero la historia de Aena es que, salvo las operaciones más elementales de aviación comercial, y esto también con salvedades, es de desprecio y maltrato a todo el mundo. Un capítulo aparte merece el deplorable trato que históricamente se ha dado a todas las actividades vinculadas con la aviación recreativa, que es un negocio muy importante en varios países y que, sin embargo, en España han sido tratadas de forma totalmente improcedente. El balance es que, salvo las grandes aerolíneas –muchas de las cuales, ya saben ustedes como van– el sector está virtualmente desaparecido.

Y, finalmente, Navío y Aeca proponen la liberalización de los servicios del sector. En efecto, todo está intervenido, todo está controlado, todo está plagado de ineficiencias, todo tiene precios astronómicos. No hablemos de los precios del control aéreo, que eso es totalmente impresentable. Navío menciona los costes del monopolio de la información meteorológica. En la mayor parte de los países europeos, la meteorología es un servicio privado, ofrecido por empresas en régimen de competencia, con precios infinitamente más razonables que en España. Aquí, en cambio, es la única actividad que permite a la Aemet su supervivencia. Este ente público, con más de tres mil empleados, carecería de sentido de no ser por este y algunos otros servicios que presta en régimen de monopolio. Si se liberalizara, sus pérdidas serían impresionantes. O sea que ya se imaginan ustedes por qué hemos de pagar estas cantidades astronómicas por servicios que los demás tienen mucho más baratos.

Pero ya verán, pese a que España ha perdido todas las compañías aéreas significativas (queda un puñado de miniaerolíneas, de proyectos que no terminan de cuajar, pero en definitiva, nada comparable con lo que tuvimos en el pasado), pese a que las aerolíneas extranjeras se han instalado en el país para quedarse y triunfar (Ryanair, Norwegian, British Airways y probablemente pronto también algún grupo chino a través de Globalia), nuestras autoridades no escucharán. Si es este gobierno, lo que han visto; si son otros, empezarán por trocear Aena, por atender las demandas vascas, catalanas, andaluzas y, así, seguiremos en la cola.

Las ideas de Aeca no son nada llamativo: son el abc de lo que debería ocurrir, pero ni eso llegaremos a ver.