Los riesgos del 'lobby' que apoyó a los conservadores

El martes pasado, un articulista de prensa tituló su columna “Ha perdido el partido de los hoteleros”, en obvia referencia al Partido Popular. En el texto, el periodista recuerda cómo varios dirigentes de este sector habían planteado de forma inequívoca su respaldo al partido que, junto con el PSOE, ha tenido el mayor descalabro electoral desde la llegada de la democracia. Y, por supuesto, hace un repaso crítico a las implicaciones de ese apoyo.

Situemos el contexto de este artículo y varias otras muestras de politización de la dirección de la patronal: por un lado nos encontramos con la sociedad española, totalmente saturada de corrupción –que no es exclusiva del Partido Popular, claro–, que desea una renovación de la política de este país. Más que votar a favor de Podemos o de Ciudadanos, el electorado lo hizo en contra de los partidos tradicionales, que se han mostrado incapaces de renovar la democracia, de sanear sus partidos, de permitir mayor control por parte de los votantes. El listado de peticiones a las que los partidos, también el Popular, han sido insensibles es largo, incluyendo las listas abiertas, la celebración de primarias, la transparencia en la financiación, el control de sus estructuras por aparatos de políticos poco competentes, etcétera.

Por otro, los hoteleros, como muchísimos empresarios y como una parte importante de la población, tienen serias dudas sobre las políticas que algunos de los nuevos partidos están proponiendo, especialmente Podemos. No cesan de hablar de nuevos impuestos, de limitar la actividad empresarial, de tratar a todo emprendedor como si fuera un aprovechado. Además, no hacía falta ser muy espabilado para ver que nos aproximábamos a una situación de ingobernabilidad, ante la proliferación de partidos. Su postura, por supuesto, era justificada ante lo que iba a ocurrir.

O sea que tanto los ciudadanos como los hoteleros tienen razones para sostener posturas diferentes. Los primeros contrarias a lo que nos ha conducido hasta aquí, los segundos alarmados por el futuro que nos espera. En unos podía la necesidad de expulsar a los de siempre, en los otros la preocupación por los entrantes.

Sin embargo, una parte de la dirección de los colectivos hoteleros se lanzó a apoyar al Partido Popular de forma abierta, probablemente creyendo que así podría evitar el resultado electoral que finalmente tuvo lugar. Pero ese posicionamiento presenta muchas aristas muy inconvenientes para el propio colectivo y para su imagen, a saber.

En primer lugar, no todos los integrantes de ese colectivo están unánimemente a favor del Partido Popular. Probablemente todos comparten los riesgos que se avecinaban, pero también algunos entendían el apoyo ciudadano a un cambio. Y los había que defendían que Ciudadanos podría cumplir los dos papeles: castigar a los partidos tradicionales y no asumir riesgos absurdos. Y es arriesgado para una patronal dejar de ser la voz de parte de sus afiliados.

En segundo lugar, los grupos de presión, las patronales y otras organizaciones sociales, deben actuar con mucha inteligencia a la hora de posicionarse. Es especialmente delicado hacerlo a favor de un perdedor -como era bastante evidente antes de las elecciones- porque a los efectos de su papel, de influir y de ser un interlocutor válido, cierra puertas y deja a la organización en una situación comprometida de cara al futuro inmediato.

En tercer lugar, los lobbies deben defender lo que crean conveniente, pero evitando dar la impresión de que hay una connivencia demasiado acusada con los partidos políticos. No sé si esto ha ocurrido, pero sí sé que no sólo el articulista antedicho sino muchos otros agentes sociales consideran que la relación ha ido un poco lejos.

Todo esto, sin embargo, suma en contra de los hoteleros que, paradójicamente tienen motivos sobrados para defender su postura, su actitud y su contribución a la sociedad. En contra de lo que las críticas sugieren, son una fuente de creación de empleo y de riqueza de las que hay muy pocos otros ejemplos en este país; han expandido la riqueza que han creado y han primado la mano de obra del país y han creado empresa. En este país donde muchos negocios han sido simples especulaciones, la hostelería ha sido la excepción: sí ha creado estructuras, ha formado, ha competido. Han salido al extranjero, manteniendo sus bases en España, especialmente en Mallorca, desde donde han perfeccionado su modelo de negocio. Y, sin embargo, socialmente no cuentan con el reconocimiento debido. Más bien son criticados intensamente por muchos, sobre todo en la izquierda.

Yo creo que la estrategia desarrollada en los últimos meses tiene sus razones -que lamentablemente comprobaremos en los próximos meses- pero, sin embargo, el planteamiento no ha sido especialmente inteligente: ni ha conseguido el objetivo de aminorar la caída de los populares, ni ha llevado a la reflexión a los votantes y, lo peor, ha creado asociaciones que pueden ser muy negativas para la función que promueve el lobby hotelero.