Palma, colapsada totalmente por la incompetencia pública

Jueves 14 de julio. Mallorca está, como cada verano, llena de turistas. Pero este año, además, hemos de sumar los cien mil que están alojados en los apartamentos turísticos de cuya legalidad nadie sabe nada. O sea, la isla está desbordada. Este jueves, además, coincidían en la capital varios cruceros. Pero, por encima de todo, amaneció nublado, sin ninguna esperanza de que el sol pudiera justificar una jornada de playa. En esa situación, los turistas piensan que lo mejor que pueden hacer es ir a ver la capital para hacer unas compras. Van al 'rent-a-car' más cercano y se ponen al volante de un utilitario, rumbo a la capital.

Esto ocurre desde siempre. Tan conocida es esta situación, que la policía municipal de Palma tiene un programa dedicado a este problema, que consiste en unas pocas medidas absolutamente inútiles, como evitar algún acceso por ciertas calles, pero poco más.

Desde las 10 de mañana de ese jueves, toda la ciudad quedó colapsada. Los aparcamientos públicos se llenaron, con lo que los turistas iban con sus coches dando vueltas en la búsqueda de un lugar en el que dejar su coche. Los autobuses de la empresa pública, desbordados de pasajeros, tampoco podían circular porque ese mar de coches no sabían a dónde ir. La ciudad, por supuesto, quedó totalmente bloqueada: los aparcamientos, el transporte público, las calles principales, todo inutilizado. Los residentes, lógicamente, tampoco tienen nada que hacer más que sumarse al caos.

Incluso, al mediodía era prácticamente imposible encontrar una plaza de restaurante. Ni los residentes, conocedores de los lugares más escondidos, podían encontrar donde comer. Algunos restaurantes ya a las tres de la tarde no tenían suministros para poder atender a los clientes, puesto que desde las 12 estaban atendiendo a ese mar de turistas.

A media tarde, paulatinamente, la ciudad empezó a recuperar la normalidad. Muy lentamente, a medida que los turistas lograban poner rumbo a sus hoteles, sea en los autobuses o en sus coches alquilados. No habían visto gran cosa de Palma, pero habían complicado la vida urbana.

Esto ha pasado en Mallorca desde siempre, aunque nunca con la gravedad de lo que está ocurriendo este año. Antes esto sólo pasaba en agosto; más recientemente también lo sufrimos en julio o en septiembre, pero este año hasta en mayo ha habido momentos de saturación total. Ahora, en consecuencia, el caos es inolvidable.

Lo que es totalmente intolerable e inaceptable es que tras años pasando lo mismo, las autoridades políticas sigan sin intentar encontrar una solución que palíe este desastre. Porque cosas así también podrían suceder en ciudades en todo el mundo, pero por ahí aplican medidas paliativas. Aquí no, aquí es la ley de la selva.

¿Qué soluciones puede haber? En primer lugar, lo mínimo, ofrecer a los turistas en los hoteles información detallada de qué hacer en un día nublado como ayer, sugiriéndoles que utilicen transporte público, a qué horas viajar, cómo aparcar o, más elemental, explicarles que viajando a la ciudad en momentos así corren el riesgo de no poder ver nada y no tener dónde aparcar. La gente lo entendería, porque esto es comprensible.

Pero se puede ir un poco más lejos. Muchas ciudades en el mundo tienen lo que se llama “park & ride”, que es una red de aparcamientos en las periferias de las ciudades en las que los visitantes dejan los coches para coger un autobús público que lleva a los viajeros al centro. En Palma esto no existe. Se creó un aparcamiento con este fin, pero está vacío porque no se ha gestionado y, al final, todo quedó olvidado en medio de los matorrales.

En tercer lugar, en muchas ciudades del mundo, como por ejemplo Taormina, en Sicilia (tampoco un prodigio de organización), simplemente han cerrado el núcleo a los coches no registrados previamente, de forma que quien quiera acceder ha de aparcar y usar un autobús público. Pero existen soluciones más rápidas y sencillas: desviar los coches a aparcamientos provisionales en la periferia, con un servicio de buses que terminen de llevar a los viajeros al centro. Conozco pueblos –de diez mil habitantes–, que ante un evento de cierta importancia, organiza un modo de gestión de los aluviones de público.

Por supuesto, también se puede cerrar una zona de Palma al tráfico, evitando que el caos sea total. Eso exige que algunos policías corten algunas calles desviando los coches a otros sitios. Simple, elemental.

Nada de eso, ni siquiera lo más mínimo que son los folletos informativos, han pasado por la mente de las lumbreras que dicen estar gobernando la ciudad de Palma. Los actuales supuestos gestores y los anteriores, que en ineptitud son idénticos. Ni tampoco hay un plan a medio plazo. Nada. La impotencia. Un templo a la incapacidad. A la inutilidad.

En todo caso, hay que ser justos: esta inutilidad se aplica todo el año. Quienes vivan en Mallorca saben cómo se gestionan los aparcamientos del público que acude al estadio de Son Moix para los partidos: cada uno aparca donde puede, en las aceras, en las zonas verdes, incluso hasta en el carril de acceso a la autopista de cintura de Palma. Ni un autobús de línea lleva a los viajeros al fútbol, porque nuestros políticos defienden el transporte público pero sólo de boquilla.