Peinador triplica su capacidad tras perder el 30% de usuarios

No es ni fácil ni frecuente que podamos ver con toda su crudeza cómo los políticos se españoles se dejan deslizar por la pendiente de la demagogia, para conducirnos a la ruina económica y al estado de postración en el que se encuentra el país. No es fácil porque no siempre se dan las circunstancias para ver esto con toda nitidez. Pero esta semana sí ocurrió, en Galicia, y quiero recrearlo para que lo vean en todo su esplendor.

Desde hace ya tiempo se ha desarrollado en Galicia una disputa absurda entre la prensa y los partidos políticos, para ver qué político es más sensible con los aeropuertos de Peinador (Vigo), Lavacolla (Santiago) y Alvedro (Coruña). La región, como es más que obvio, no tiene pasajeros para mantener un servicio correcto en estos tres aeropuertos, que se encuentran a unos 80 kilómetros de distancia, mediante una excelente autopista (dejemos de lado Oporto, que a una hora y poco de distancia adicional, también roba su cuota de Galicia).

Desde el punto de vista de la racionalidad económica y operativa, lo normal es que el aeropuerto central, el que está a medio camino, el de Santiago, sea el que absorba el servicio. Ocurre en todos los países europeos, donde como es natural, no hay empresa privada que esté dispuesta a perder dinero estúpidamente en mantener un exceso de oferta, sin sentido alguno.

Pero aquí, no. Aquí nadie mira los resultados, sino los votos, a partir de unas dinámicas absolutamente ridículas a las que los ciudadanos se dejar arrastrar.

La historia de Peinador, que ya lleva mucho tiempo en las portadas de los diarios, se ha traducido en “a ver quién es el que se atreve a considerar a los ciudadanos de Vigo como de segunda” y, por supuesto, perder votos en las elecciones. El alcalde de la ciudad, el socialista Abel Caballero, lo planteaba hace poco, tras visitar las obras del aeropuerto con la ministra. Cuando ella no lo escuchaba, le dijo a la prensa que “yo le planteo a la ministra que está invitada a la concentración del miércoles porque ella está defendiendo el aeropuerto con la terminal”. “¿Pero usted se lo dijo a la ministra durante el recorrido?”, le preguntó al alcalde de Vigo un periodista. “Nooo, la ministra conoce perfectamente cuál es mi opinión, como también la conoce Rajoy”, contestó el regidor vigués, que había convocado una manifestación en defensa del aeropuerto. Y añadió que el presidente de la Xunta de Galicia, el PP de Vigo y el BNG, o sea todos los rivales electorales, están  “empeñados en dejar Peinador sin aviones” (observen la perfidia de quien tiene como plan hundir una ciudad, arrasar su dignidad. Reparen en el lenguaje apocalíptico). Abel Caballero añadió que lo tiene que hacer la ministra es retirar las licencias de vuelo a los aviones de turbohélice que ahora operan en Vigo, y analizar si las ayudas que reciben los aeropuerto de Coruña, Santiago y Oporto constituyen competencia desleal.

Observen el lenguaje: la dignidad de los vigueses está tan mancillada, que el alcalde propone retirar la licencia a aviones que operan en todo el mundo, con ciudadanos que, por lo que se deduce, sí son de segunda, por ejemplo los noruegos que vuelan con Braathens, o los ingleses que operan con Flybe, que esos sí pueden entrar en aviones pequeños. Afortunadamente, en esta locura demagógica, el alcalde no pide que vuelen sólo en A-380, porque la broma saldría muy, muy cara.

Ustedes pensarán que la prensa, con la responsabilidad social que tiene, o el PP, que es el partido que tiene el Gobierno ahora, deberían intentar poner las cosas en su sitio. Pero no. Todo el mundo apela a la horrible humillación que supone para los vigueses recorrer 90 kilómetros hasta Santiago y, por ende, exige aviones grandes, a las horas en las que van a volar, y desde su ciudad. Lo mismo que ocurre en Coruña, y por supuesto, que en Santiago.

Pero el Gobierno del PP no desmerece a la demagogia del alcade de Vigo. Por algo el Presidente es gallego, por algo aquello es un feudo conservador que hay que mimar. Como en su momento ya hiciera el ministro José Blanco, construyendo en Santiago una terminal que no estará ocupada al 50 por ciento ni en un siglo.

La ministra Pastor, pese a las evidencias, pese a que debería entender qué es lo racional, esta semana volvió a ratificar su "apuesta" por Vigo y la ha ejemplificado con la ampliación del aeropuerto de Peinador "en un momento de crisis", pese a que este ha registrado "un descenso de tráfico" al igual que otras terminales con "mucha influencia del tráfico doméstico" debido a la "caída de la demanda interna y del flujo de viajeros".

"La estamos haciendo y pagando (la obra de Peinador)", ha sentenciado en declaraciones a los medios de comunicación en A Guarda (Pontevedra), al tiempo que ha subrayado como "dato positivo" que en noviembre y diciembre "el tráfico ha dejado de caer". ¿Ustedes se imaginan una empresa privada invirtiendo más dinero en un aeropuerto vacío? ¿Pero esto tiene algún sentido? ¿Eso es priorizar los recursos escasos que tiene este país? ¿Con una deuda que se aproxima al 100 por ciento del PIB, debemos ampliar un aeropuerto que no tiene uso?

Quizás piensen que Peinador sólo ha tenido un mal año. Pero no. La caída de pasajeros en el aeropuerto vigués es notable pero sobre todo viene de lejos. Según los datos de Aena del año pasado, Peinador registró el paso de 678.720 viajeros, más de un 18 por ciento menos que al año anterior y casi un 31 por ciento menos que en 2011. Baste decir que hace 14 años, en el 2000 ya obtuvo 43.000 pasajeros más que ahora. La terminal viguesa tiene una deuda acumulada de más de 105 millones de euros, y su tráfico no ha dejado de caer desde hace ocho años, cuando se adjudicaron las obras de ampliación. La media es de menos de dos aviones por hora a lo largo del año, contando con todo tipo de aeronaves.

El disparate gestor parece no tener límites. Aena tiene un plan director para el aeropuerto que preveía 1,4 millones de pasajeros en 2010 (tiene hoy 678 mil) y esperaba para el año que viene 1.7 millones. El aparcamiento que se inauguró en 2011, que costó 42 millones de euros, está vacío, como es lógico en un aeropuerto con este índice de movimientos.

¿Qué prevé la ampliación que tiene en marcha Aena? Pretende dar una capacidad de triplique el número de pasajeros actuales. O sea, el nuevo aeropuerto tendrá la posibilidad de dar cabida a 2.052.748 pasajeros al año.

Estamos sufriendo una horrenda crisis económica en la que muchos han visto al aeropuerto de Castellón, al de Murcia o al de Ciudad Real como símbolos del desorden gestor. Pero en Vigo, y en el conjunto de Galicia, la dinámica política nos está conduciendo a lo mismo: triplicar la oferta en un aeropuerto que está reduciendo su uso a gran velocidad.

¿Por qué sucede esto y por qué nadie lo denuncia? Por lo mismo que en este país, todo el mundo cree que tiene derecho a tener un tren de alta velocidad a la puerta de su casa, porque de lo contrario es un ciudadano de segunda. Y todo el mundo exige un museo y una televisión regional, porque su dignidad está en juego. Sería muy interesante mirar los servicios que da la administración pública a los ciudadanos europeos, para entender lo ridículo y suicida de nuestros planteamientos políticos (porque todo esto sólo se lo exigimos al poder público). Baste decir que ni Alemania tiene los kilómetros de vía de alta velocidad que tenemos nosotros; que en Japón o en Berlín o en Gran Bretaña circulan trenes con más de 40 años de antigüedad; que en países muy desarrollados, desde luego mucho más poderosos que nosotros, hay aeropuertos con instalaciones muy pobres, limitadas, porque el operador privado que lo gestiona sólo invierte en la medida en que tiene ingresos. En muchos países operan aviones de turbohélice sin que delirantamente alguien diga que eso atenta contra los derechos humanos de sus ciudadanos.

Pero aquí dejamos de lado la razón y vamos con la emoción por delante. Si en Florida tienen un centro desde el que viajan a la Luna, ¿por qué razón vamos a estar humillados, ser de segunda, y no poder volar al espacio? ¿Y el precio? Cuando hablamos de dignidad no hablamos de precio. Alguien lo pagará.

Por eso estamos como estamos.