¿Por qué Podemos arremete contra los hoteleros?

A día de hoy no sabemos qué piensa Podemos, un partido al que las encuestas vaticinan un resultado electoral importante, incluso con posibilidades de formar gobierno. No sabemos su programa ni sus postulados, pero estos días hemos podido escuchar algunas manifestaciones contra el sector hotelero, que nos sitúa en dónde estamos. De alguna de estas afirmaciones podríamos pensar que pretenden suprimir el contrato laboral de fijo discontinuo, cosa que sería de interés para los votantes que, al fin y al cabo, tienen derecho a conocer qué están votando.

Por si alguien no ha tenido ocasión de leerlo, el 'hombre fuerte' de Podemos en Baleares, Alberto Jarabo, afirmó hace unos días que va a acabar con el poder de los hoteleros, que según él, dominan y deciden la política turística de las Islas; por su parte, desde otra sección (círculo, según ellos), se afirma que “El hotelero es un niño malcriado y consentido”, añadiendo que “nosotros les vamos a criar en positivo, les vamos a ayudar”.

No se trata propiamente de un programa electoral, pero da la impresión inequívoca de que Podemos tiene una visión negativa de estos empresarios, lo cual tampoco es demasiado novedoso puesto que coincide con el punto de vista de ciertos sectores sociales que nunca terminan de estructurar sus pensamientos pero que, en términos generales son hostiles al turismo.

A mi entender, un análisis detenido de esta postura y de este asunto parte de separar lo que es ilegal de lo que es legal. Todo el mundo está contra lo ilegal y todo el mundo repudia que haya hoteleros (como hay empresarios y particulares en todos los órdenes de la vida, incluso por lo que vemos en la misma dirección de Podemos) que cometan ilegalidades. La Administración pública es la que tiene la función de luchar contra estas irregularidades. Dejamos en manos de la inspección, de la policía y de los jueces lo que contrario a la Ley.

A partir de ahí, el punto de partida del análisis de la postura de Podemos no es qué piensan de los hoteleros, sino del turismo. ¿Les vale que el turismo sea una fuente de riqueza? ¿Aceptan que así como hay quien explota la minería, el transporte de pasajeros o la venta de café, en España tenemos el poder de explotar nuestro potencial turístico, debido a nuestras costas, clima y patrimonio? Es de suponer que aceptan el modelo, más allá de que quizás pretendan introducir modificaciones, algo perfectamente legítimo y comprensible.

Si aceptan el turismo, han de aceptar que está compuesto fundamentalmente por cuatro grupos de agentes: los mayoristas que hacen de intermediarios, las compañías de aviación que transportan a los viajeros, los hoteleros y la oferta complementaria. Históricamente esto ha sido así, aunque hoy el papel del mayorista está cuestionado por las nuevas tecnologías. Este esquema no lo tienen que aceptar ni que rechazar porque las cosas han sido y son así en todo el mundo. En el primer grupo, España sólo tiene intermediarios para el turismo nacional emisor, mientras que todos (todos!) los viajeros vacacionales que recibimos vienen a través de mayoristas extranjeros; en el transporte aéreo hemos perdido totalmente la batalla y, de nuevo, el cien por ciento de los viajeros llega en aviones de otros países. Por lo tanto, de toda la cadena del turismo, España sólo cuenta con hoteleros y oferta complementaria. De estos, sólo los hoteleros han conseguido controlar su terreno y expandirse por el mundo. Claramente, la historia nos dice que lo han hecho mejor, que han sido competitivos y que han creado un modelo que ese exporta. En el caso de la oferta complementaria hay muchos más claroscuros, con algunos casos de éxito y otros de fracaso que, en todo caso, no han destacado más allá de las fronteras. Y a veces tampoco más aquí.

¿Puede explicar Podemos cómo es que precisamente atacan al único eslabón del turismo cuyos protagonistas han sabido controlar su negocio y se han expandido por el mundo? El sector público español, que durante un tiempo llegó a tener hasta el 15 por ciento de cuota en el transporte aéreo de turistas, lo perdió todo; en el área de mayoristas nunca hemos nada y, finalmente, en la oferta complementaria, por mucho cariño que le tengamos, el modelo ha sido casero, prácticamente sin ningún poder de expansión.

O sea, la regañina va contra quienes sí han sabido hacer las cosas bien, quienes han desarrollado un modelo suficientemente fuerte que se ha sabido defender de la presencia extranjera y que, incluso, se ha proyectado a otros países. En el mundo de los negocios nadie regala nada y si la hostelería turística española ha conquistado el Caribe, por ejemplo, no es porque lo hayan hecho mal. ¿O es que hubiéramos preferido el destino de las aerolíneas, que han terminado cerrando y dejando el mercado a los demás? ¿Es que hubiéramos aplaudido a los hoteleros si fueran extranjeros? ¿Es que si los hoteleros fueran alemanes, por ejemplo, no los criticarían, como tampoco critican a los mayoristas ni a las líneas aéreas de esos países?

La sensación que se saca de todo este ataque es que, en buena medida, estamos penalizando a quienes han tenido éxito. ¿Les ha ido bien? Pues algo han hecho mal. Vamos a atacarlos. Mientras no decimos ni una palabra de por qué nos quedamos sin líneas aéreas, atacamos al que sí ha salido adelante. Brillante.

Claro que hay muchas cosas que corregir, pero a partir de admitir que, en general, tenemos un sector hotelero de importancia, capaz, preparado y competitivo. Podemos estar seguro que arrebatarles el mercado caribeño a las multinacionales americanas y hacer que los beneficios de ese negocio lleguen puntualmente a las sedes españolas de esas cadenas es provechoso para el país y para los miles de trabajadores de esas empresas. Por lo tanto, este ataque debería argumentarse, construirse a partir de evidencias.

Lo peor de este ataque es que quien dice eso de que el hotelero es un malcriado no ha demostrado absolutamente nada, ni siquiera se ha presentado a unas elecciones hasta el día de hoy. “Nosotros les vamos a criar en positivo”. ¿Qué clase de políticos son quienes, sin siquiera haber pasado por las urnas, sin poder demostrar conocimientos en el asunto del que hablan, se atreven a arremeter contra quienes, en general, han logrado lo que nadie ha sido capaz? ¿Qué clase de arrogancia es esta que les lleva a presentarse como autores de lecciones, cuando aún no tienen ni programa electoral?

Veamos los argumentos esgrimidos: uno de ellos es que hay que diversificar la oferta. Yo comparto esta visión. Pero ¿quiere decir que los hoteleros son culpables de esta no diversificación? Es como si acusamos a un profesor de Música de que no hay clases de Filosofía. Alguien deberá diversificar, ofrecer nuevos productos, pero es de suponer que eso no es responsabilidad de quien tiene un hotel. Se aduce que hay una “endogamia empresarial fruto de muchos años”. Si esto fuera así, ¿qué? ¿En qué Ley dice que cada equis años se cambiará de empresarios? ¿Y no hay endogamia de sindicalistas, de militares o de aficionados a la ópera, o de profesores de judo?

Se aduce que el modelo es estacional, con todo cerrado en invierno. Cierto e indeseable. Pero precisamente si alguien tiene interés en tener el hotel abierto son los propietarios. ¿Dónde se ha visto que un propietario de hotel cierre por gusto? Cierran porque no hay clientes. Si hubiera clientes, como ocurre en Canarias, los hoteles estarían abiertos todo el año. ¿Por qué no hay clientes? Esto es otro cantar, pero no se puede culpar a los hoteleros (o sólo a los hoteleros) de que no haya ocio, entretenimiento y buen clima en invierno. Aquí hay muchas culpas a repartir, pero no parece que sean los empresarios los primeros responsables.

La hija de la ex-alcaldesa socialista de Calvià, Ainhoa Barajas, integrada en Podemos, explica en una entrevista a Preferente que “hasta ahora se premia cerrar los hoteles en invierno y no puede ser que tengan beneficios fiscales por eso. El Estado no puede favorecer al hotelero”. Es un poco desagradable decirle a Barajas que le haga esta pregunta a su madre, destacada dirigente socialista en materia turística y no a los hoteleros. ¿Debe un empresario pagar impuestos más allá de lo que el Estado aprueba? Porque esta crítica viene a decir esto. En todo caso, no estaría de más que Podemos dijera claramente que va a suprimir el contrato fijo discontinuo, que es el que beneficia al hotelero y a miles y miles de trabajadores de las zonas turísticas. Si lo dicen claramente, si realmente piensan esto, deberían proclamarlo, porque esto seguramente tendrá un precio electoral.

No estaría de más explicar a Podemos que los agentes económicos hacen aquello que más les conviene. Si cierran en invierno, por ejemplo, es porque les conviene. Y les conviene porque les salen las cuentas. Si el cierre estacional de los hoteles fuera muy costoso porque hubiera una fiscalidad adicional, entonces el escenario cambia. Si hubiera clientes, abrirían porque es lo que más les conviene. Y lo que conviene en parte viene determinado por las políticas públicas. No está de más que cojan algún manual de economía básica, antes de arremeter contra el primero que pasa.