Investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) han diseñado un avión con un sistema de propulsión sólido, sin turbinas ni hélices, que no consume queroseno, sino que utiliza viento iónico para desplazarse. Y han logrado que, por primera vez, una aeronave de este tipo, basada en electroaerodinámica, realice vuelos estables. Aunque se trata de un prototipo, este avance abre la puerta a investigar nuevas formas de aviación que sean más silenciosas, mecánicamente más sencillas y, sobre todo, que no emitan gases de efecto invernadero, informa La Vanguardia.
El avión que han fabricado los científicos del MIT, liderados por Steven Barret, del Departamento de Aeronáutica y Austronáutica de esta universidad americana, tiene cinco metros de envergadura, pesa apenas 2,45 kg y es capaz de una velocidad de 4,8 metros por segundo. En un gimnasio del MIT, los investigadores fueron capaces de hacerlo volar 60 metros a medio metro de distancia del suelo hasta en 10 ocasiones, demostrando que la nave es capaz de realizar un vuelo estable usando viento iónico como propulsión.
Que sea capaz de volar se basa en un fenómeno físico sencillo, explica el físico y doctor en Ingeniería aeronáutica de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) Miquel Sureda. Los investigadores aplican un campo eléctrico al espacio en que está el avión mediante dos cables, el emisor y el colector. Emiten electrones que colisionan a gran velocidad con las partículas de aire que tienen alrededor y les ‘arrancan’ un electrón, que a su vez choca con otras moléculas y se produce así una reacción en cadena. Esa cascada de electrones da lugar a moléculas ionizadas, con carga positiva, lo que se conoce como descarga de corona. Y esas moléculas ionizadas se pueden acelerar con el campo eléctrico para producir viento iónico.
“Se consigue mover el aire, porque estas moléculas que se desplazan hacia el colector son de aire. Y al deslizar el aire hacia atrás, se logra propulsar la nave hacia delante. Es la base de cualquier sistema de propulsión”, apunta Sureda, que explica que “los motores de los aviones actuales cogen aire de la atmósfera, lo introducen en el motor, lo comprimen y calientan, y lo echan hacia atrás, de ahí que el avión avance en dirección contraria al aire”.
El siguiente paso para Barret y su equipo será investigar si es posible construir aviones de mayor envergadura con motores de este tipo y si es posible aplicar la tecnología de viento iónico a los drones. Pero, ¿y aviones comerciales? “¿Puede la propulsión por viento iónico hacer volar una nave de diversas toneladas?”, se pregunta en un artículo complementario también en Nature Franck Plouraboué, de la Universidad de Toulouse, en Francia. “Las predicciones sugiere que una nave como la Solar Impulse 2 [que aunque usa una tecnología diferente, basada en energía solar, también cuenta con motor eléctrico] podría mantener un nivel de vuelo estable usando solo viento iónico”, apostilla.
En cambio, para Sureda, “este tipo de motores, por la sencillez del sistema de propulsión, pagan un precio en cuanto a la complejidad del sistema de potencia: necesitan crear campos eléctricos brutales para generar iones. Eso hace que haya que aislarlos muy bien para evitar cualquier problema eléctrico”. Pero además, considera este experto en aeronáutica, “el gran problema de estos aviones y también los solares es que generan un empuje muy pequeño, suficiente para volar aviones ligeros y pequeños, pero nunca aviones de toneladas con mercancías y pasajeros”, según el citado diario.
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