El hotel Burj Al Arab, en Dubai, es posiblemente uno de los establecimientos más llamativos del mundo. Por su forma y su altura de 321 metros es casi imposible de ignorar, al sobresalir con creces por encima de las construcciones más altas y visibles de la ciudad. Pero no es la única obra faraónica del emirato, que en la última década se ha superado a sí misma en varias ocasiones para ofrecer a sus visitantes las más excéntricas infraestructuras, desde rascacielos de alturas inverosímiles a parques temáticos donde poder esquiar en pleno desierto y sus famosas islas artificiales, que han permitido multiplicar la superficie de playa de la costa. A riesgo de que tanta excentricidad no sea del agrado de todo el mundo, el lugar sigue engrosando su nómina de forofos y no faltan quienes tienen dinero suficiente como para gastárselo en semejante ‘paraíso’.
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